Publiqué en el número 12 de la Revista Tavira, año 1995, un artículo titulado : Notas sobre dificultades que pueden plantear las investigaciones genealógicas( páginas 65-71). En su inicio me voy a basar para hacer algunos comentarios sobre genealogía vistos con los mismos ojos por los que han pasado quince años más y que, como es natural, ven matices distintos. Comenzaba el artículo asi:
" Definir la palabra genealogía como la serie de progenitores y ascendientes de cada persona o animal es correcto y cierto. En consecuencia, afirmar que toda persona o animal posee genealogía propia también lo es. De las tres dimensiones temporales, el hombre puede actuar, modificándolas, sobre dos: el presente y el futuro. El pasado, naturalmente, no es susceptible.
Afirman los psicólogos que " una entente cordiale" entre pasado, presente y futuro es sinónimo, en el hombre, de equilibrio psíquico. A lo largo de la Historia y de la historia, utilizo el término con mayúscula y con minúscula al hegeliano modo, el hombre, con planteamientos más o menos profundos y rigurosos, siempre ha intentado conocer el presente, su realidad inmanente y circundante. Mientras mejor haya conocido ambas realidades, más inteligente habrá sido y mejor le habrá ido. De igual forma, siempre se ha interesado por su futuro, bien intentándolo adivinar o predecir, bien modificándolo a su favor.
¿ Y el pasado y su pasado íntimo y genético no vivido?.
El estudio y conocimiento evolutivo de las sociedades humanas pasadas, en general, es cuestión de gustos. De buen gusto, digo yo. Mas no creo que existan muchos hombres sin deseos, al menos por curiosidad, de conocer su ascendencia. De cualquier forma, si bueno es saber adónde vamos, tampoco está de más saber de dónde venimos. Planteada así la cuestión, se comprende la abundancia de estudios genealógicos. Unos con mero fines historiográficos. Por curiosidad personal y familiar, otros. Algunos intentando matar dos pájaros de un tiro. Se trate de éstos ésos o aquellos, el investigador, en su labor heurística, puede introducirse en un atractivo jardín laberíntico en el que Minos no es el menos Tauro. No es el único peligro, otros acechan. Uno de ellos, inesperado por el valor que en la sociedad del Antiguo Régimen se le concedía a la pertenencia a uno u otro linaje y en especial al de la varonía, es el uso de distintos apellidos entre los miembros de una misma familia( hijos e hijas de los mismos padres). Otro , quizá el mayor, el cambio o incluso los cambios que una misma persona, durante sus años de existencia, hacía de sus apellidos. Cuestiones que aún solían estar al uso avanzado el siglo XVII y cuyas causas y objetos pueden ser de diversa índole.
No es lo mismo modificar, transmutar o alterar apellidos por imposición jurídica o sin ella: Es decir voluntariamente y libremente. En el primer caso, el cambio o coutilización de apellidos viene impuesto por aceptación y herencia de bienes de Mayorazgo, como más adelante se verá,. En el segundo puede deberse a circunstancias variadas. Tanto uno como otro caso dificultan y enredan el hilo genealógico en gran manera. Perspicacia, rigor, esfuerzo y , a veces, buenas dotes de intuición son necesarios para desenredarlo".
Hasta aquí, quince años han pasado desde que escribí estas letras, sigo estando de acuerdo con lo escrito. Sin embargo, el tiempo hace labor de criba y afina los conceptos.
En efecto, mientras más nos remontamos a siglos y tiempos anteriores, observamos que el número de descendientes de una persona, sea Rey, noble o villano, aumenta con una proporción a la que, por mis desconocimientos matemáticos y numéricos, voy, simplemente, a llamar enorme. De Carlomagno desciende multitud de personas, buen número de las cuales no lo sabrán. Otras, sí. Si nos ponemos en el caso de algún Emperador Romano, la cantidad se dispara.Siguiendo en la misma dirección, todos descendemos de la unión de algún hombre y mujer " Sapiens", sea nuestra sabiduría mayor o menor. Es muy probable que, entre los descendientes de Felipe II Augusto de Francia o de Eduado III de Inglaterra, dando por supuesto la condición nobiliaria de muchos, también haya descendientes humildes o poco de fiar. El eje de los estudios genealógicos está en la disposición y existencia de documentación demostrativa de dicha genealogía. Unos la sabemos y otros no, pero esto no quiere decir, en absoluto, que quien desconozca sus orígenes no pueda tener antepasados sociológicamente relevantes ni mucho menos. De aquí que las investigaciones genealógicas deban ir desnudándose de su teórico elitismo y dando paso, más que a buscar a Alejandro Magno, Rodrigo Díaz de Vivar o don Alonso Quijano, buscar a Bucéfalo, Babieca o Rocinante. Y creo que, afortunadamente, cada vez más son las personas que se interesan por sus genealogías, con la simple y sana intención de conocer quiénes fueron sus pasados para saber de dónde vienen y; vengan de dónde vengan, sentirse orgullosos sólo de eso: De conocer sus orígenes y de que estos, con mayor o menos alcurnia , sean honestos y honrados. Más vale honra sin barcos que barcos sin honra. Más vale pobre con honra que rico sin ella. Gran cantidad de personas habrá que desciendan de Reyes o de Grandes Casas y no lo sepan, pero descendientes son. Personas habrá, de igual forma, que aún conociendo sus alcurnias y prosapias desconozcan algún que otro " gato" entre sus antepasados. Larga es la Historia y siempre ha habido mujeres y hombres.
La sangre se hereda, pero la virtud se conquista; dijo Don Quijote a Sancho.
" Definir la palabra genealogía como la serie de progenitores y ascendientes de cada persona o animal es correcto y cierto. En consecuencia, afirmar que toda persona o animal posee genealogía propia también lo es. De las tres dimensiones temporales, el hombre puede actuar, modificándolas, sobre dos: el presente y el futuro. El pasado, naturalmente, no es susceptible.
Afirman los psicólogos que " una entente cordiale" entre pasado, presente y futuro es sinónimo, en el hombre, de equilibrio psíquico. A lo largo de la Historia y de la historia, utilizo el término con mayúscula y con minúscula al hegeliano modo, el hombre, con planteamientos más o menos profundos y rigurosos, siempre ha intentado conocer el presente, su realidad inmanente y circundante. Mientras mejor haya conocido ambas realidades, más inteligente habrá sido y mejor le habrá ido. De igual forma, siempre se ha interesado por su futuro, bien intentándolo adivinar o predecir, bien modificándolo a su favor.
¿ Y el pasado y su pasado íntimo y genético no vivido?.
El estudio y conocimiento evolutivo de las sociedades humanas pasadas, en general, es cuestión de gustos. De buen gusto, digo yo. Mas no creo que existan muchos hombres sin deseos, al menos por curiosidad, de conocer su ascendencia. De cualquier forma, si bueno es saber adónde vamos, tampoco está de más saber de dónde venimos. Planteada así la cuestión, se comprende la abundancia de estudios genealógicos. Unos con mero fines historiográficos. Por curiosidad personal y familiar, otros. Algunos intentando matar dos pájaros de un tiro. Se trate de éstos ésos o aquellos, el investigador, en su labor heurística, puede introducirse en un atractivo jardín laberíntico en el que Minos no es el menos Tauro. No es el único peligro, otros acechan. Uno de ellos, inesperado por el valor que en la sociedad del Antiguo Régimen se le concedía a la pertenencia a uno u otro linaje y en especial al de la varonía, es el uso de distintos apellidos entre los miembros de una misma familia( hijos e hijas de los mismos padres). Otro , quizá el mayor, el cambio o incluso los cambios que una misma persona, durante sus años de existencia, hacía de sus apellidos. Cuestiones que aún solían estar al uso avanzado el siglo XVII y cuyas causas y objetos pueden ser de diversa índole.
No es lo mismo modificar, transmutar o alterar apellidos por imposición jurídica o sin ella: Es decir voluntariamente y libremente. En el primer caso, el cambio o coutilización de apellidos viene impuesto por aceptación y herencia de bienes de Mayorazgo, como más adelante se verá,. En el segundo puede deberse a circunstancias variadas. Tanto uno como otro caso dificultan y enredan el hilo genealógico en gran manera. Perspicacia, rigor, esfuerzo y , a veces, buenas dotes de intuición son necesarios para desenredarlo".
Hasta aquí, quince años han pasado desde que escribí estas letras, sigo estando de acuerdo con lo escrito. Sin embargo, el tiempo hace labor de criba y afina los conceptos.
En efecto, mientras más nos remontamos a siglos y tiempos anteriores, observamos que el número de descendientes de una persona, sea Rey, noble o villano, aumenta con una proporción a la que, por mis desconocimientos matemáticos y numéricos, voy, simplemente, a llamar enorme. De Carlomagno desciende multitud de personas, buen número de las cuales no lo sabrán. Otras, sí. Si nos ponemos en el caso de algún Emperador Romano, la cantidad se dispara.Siguiendo en la misma dirección, todos descendemos de la unión de algún hombre y mujer " Sapiens", sea nuestra sabiduría mayor o menor. Es muy probable que, entre los descendientes de Felipe II Augusto de Francia o de Eduado III de Inglaterra, dando por supuesto la condición nobiliaria de muchos, también haya descendientes humildes o poco de fiar. El eje de los estudios genealógicos está en la disposición y existencia de documentación demostrativa de dicha genealogía. Unos la sabemos y otros no, pero esto no quiere decir, en absoluto, que quien desconozca sus orígenes no pueda tener antepasados sociológicamente relevantes ni mucho menos. De aquí que las investigaciones genealógicas deban ir desnudándose de su teórico elitismo y dando paso, más que a buscar a Alejandro Magno, Rodrigo Díaz de Vivar o don Alonso Quijano, buscar a Bucéfalo, Babieca o Rocinante. Y creo que, afortunadamente, cada vez más son las personas que se interesan por sus genealogías, con la simple y sana intención de conocer quiénes fueron sus pasados para saber de dónde vienen y; vengan de dónde vengan, sentirse orgullosos sólo de eso: De conocer sus orígenes y de que estos, con mayor o menos alcurnia , sean honestos y honrados. Más vale honra sin barcos que barcos sin honra. Más vale pobre con honra que rico sin ella. Gran cantidad de personas habrá que desciendan de Reyes o de Grandes Casas y no lo sepan, pero descendientes son. Personas habrá, de igual forma, que aún conociendo sus alcurnias y prosapias desconozcan algún que otro " gato" entre sus antepasados. Larga es la Historia y siempre ha habido mujeres y hombres.
La sangre se hereda, pero la virtud se conquista; dijo Don Quijote a Sancho.
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