Fui, hace muchos años, a un restaurante de la calle Plocia de Cádiz del que me habían hablado muy bien. Comentaban las virtudes de la merluza que en él servían. Era verdad y volví alguna que otra vez a la Flor de Galicia que así se llamaba. Poco después el buen lugar cerró pero yo continué pasando por aquella calle corta, bonita y abierta que tiene como telón de fondo, si caminamos de oeste a este, la monumental fachada y compás del convento de santo Domingo que alberga , con gusto , a la patrona católica de la pagana Gades. Siempre he pensado que cercano a aquella zona estaría el comienzo de la vía Augusta , sucesora de la Heraclea ; o el fin. Depende desde donde se iniciase el viaje. Desde Cádiz a los Pirineos , o al contrario y algún monumento indicativo habría aunque , que yo sepa, no se haya encontrado el cipo .
Los años pasaron desde mis visitas a la Flor de Galicia , pero seguí paseando por la calle y observando su transformación hasta llegar a convertirse en una de las más atractivas de la antigua Bética romana , hoy conocida como Andalucía. Las casas de mal tono se fueron transformando en casas de muy buen tono y , al amparo del Palacio de Congresos y Exposiciones, antes fábrica de tabacos, abrieron sus puertas, junto al clásico Atxuri de John Anasagasti , otras cofradías de buenos vinos y buen yantar que sustituyeron a hermandades de amores comprados.
Poco después abrieron el consultorio médico, al que asiste mi familia y yo, y los paseos fueron obligados a más de gozosos. En uno de ellos entré, por primera vez, en un yantar y libar en el que nunca había estado. Tenía unos barriles a la entrada y en unos azulejos de la fachada leí : La Cepa Gallega. Aquel era el sitio del que Binguen me había hablado maravillas , quedándose corto.
Entré con mi mujer y la calidad de todo lo que nuestros ojos vieron, nos conquistó. El lugar destilaba sabiduría y saber estar y vivir por los camareros , la clientela y las estanterías repletas de vinos y cosas buenas de las que le dan al cuerpo alegría. Poco después saboreando una copa del vino tinto que suelen servir si no se especifica cuál,márqués de Riscal, y un jamón de verdad , se acercó Félix Fernández ,el dueño ,desde la cabina de su oficinilla , y le hablé de Binguen. A partir de entonces me he hecho cliente fiel y amigo de Félix. Una vez coincidimos con el señor Garaizar , mi amigo Binguen , o Vingen , el bilbaíno, y nos presentó a los vascos de Cádiz , quienes no tienen peña oficial en la ciudad ni falta que les hace : La Cepa Gallega cubre de sobra el expediente. Gente encantadora con la que es un placer hablar y copear. Personas naturales , conocedoras del mundo y , por tanto, abiertas , educadas y con un sentido del humor universal , no sólo local o regional.
Hace poco Félix me invitó a desayunar en la bodeguita de Plocia y con la clase que lo caracteriza me preguntó si mi segundo apellido era Franco-Romero. Resultó que había hecho la mili con Rafael Álvarez de Toledo Franco-Romero, primo segundo mío, en la sierra de Córdoba. Lo que faltaba para estrechar nuestra amistad. Con Juan, camarero jefe , lo haré cuando venga a casa a tomar una copa a la que lo he invitado como él y todo lo que rodea a la Cepa Gallega merece. Anotaré en papelito de estraza las buenas copas que bebamos y el nombre del invitado : Juan el buena gente. La debo.
Los años pasaron desde mis visitas a la Flor de Galicia , pero seguí paseando por la calle y observando su transformación hasta llegar a convertirse en una de las más atractivas de la antigua Bética romana , hoy conocida como Andalucía. Las casas de mal tono se fueron transformando en casas de muy buen tono y , al amparo del Palacio de Congresos y Exposiciones, antes fábrica de tabacos, abrieron sus puertas, junto al clásico Atxuri de John Anasagasti , otras cofradías de buenos vinos y buen yantar que sustituyeron a hermandades de amores comprados.
Poco después abrieron el consultorio médico, al que asiste mi familia y yo, y los paseos fueron obligados a más de gozosos. En uno de ellos entré, por primera vez, en un yantar y libar en el que nunca había estado. Tenía unos barriles a la entrada y en unos azulejos de la fachada leí : La Cepa Gallega. Aquel era el sitio del que Binguen me había hablado maravillas , quedándose corto.
Entré con mi mujer y la calidad de todo lo que nuestros ojos vieron, nos conquistó. El lugar destilaba sabiduría y saber estar y vivir por los camareros , la clientela y las estanterías repletas de vinos y cosas buenas de las que le dan al cuerpo alegría. Poco después saboreando una copa del vino tinto que suelen servir si no se especifica cuál,márqués de Riscal, y un jamón de verdad , se acercó Félix Fernández ,el dueño ,desde la cabina de su oficinilla , y le hablé de Binguen. A partir de entonces me he hecho cliente fiel y amigo de Félix. Una vez coincidimos con el señor Garaizar , mi amigo Binguen , o Vingen , el bilbaíno, y nos presentó a los vascos de Cádiz , quienes no tienen peña oficial en la ciudad ni falta que les hace : La Cepa Gallega cubre de sobra el expediente. Gente encantadora con la que es un placer hablar y copear. Personas naturales , conocedoras del mundo y , por tanto, abiertas , educadas y con un sentido del humor universal , no sólo local o regional.
Hace poco Félix me invitó a desayunar en la bodeguita de Plocia y con la clase que lo caracteriza me preguntó si mi segundo apellido era Franco-Romero. Resultó que había hecho la mili con Rafael Álvarez de Toledo Franco-Romero, primo segundo mío, en la sierra de Córdoba. Lo que faltaba para estrechar nuestra amistad. Con Juan, camarero jefe , lo haré cuando venga a casa a tomar una copa a la que lo he invitado como él y todo lo que rodea a la Cepa Gallega merece. Anotaré en papelito de estraza las buenas copas que bebamos y el nombre del invitado : Juan el buena gente. La debo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario