Don Francisco Pelsmaeker e Ivañez, como prefería que se escribiera su segundo apellido, fue doctor en Derecho y catedrático de Derecho romano de la Universidad de Sevilla durante cuarenta y dos años. Murió en noviembre de 1973 tras haber demostrado sus buenas condiciones de jurista y haber dado lecciones magistrales a varios miembros de la familia Álvarez de Toledo sevillana ( Álvarez de Toledo Golfín). A bote pronto creo que unos ocho o diez Álvarez de Toledo pasaron por su aula. En otra ocasión ya dije que los estudios de Derecho fueron tradición familiar y han seguido siéndolos, salvo excepciones como , sin ir más lejos, la del autor de estas letras. Vivía, en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, en un chalecito próximo a mi casa de Sevilla y a la clínica de la Cruz Roja. Entre el alumnado de mis tiempos de estudiante de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras situada en la antigua y monumental fábrica de tabacos dieciochesca de Sevilla, colindante con la de Derecho, el profesor Pelsmaeker tenía fama de hueso. Su asignatura era muro difícil de superar. Fama de persona de rectitud rayana en adustez como pude comprobar. La relación familiar y propia, como alumnos, tiene tres momentos de dificultosa comprensión .
El primero ocurrió con tía Concha Pérez Álvarez de Toledo, prima hermana de mi padre, quien de vivir rozaría el siglo, y a la que le espetó, allá por comienzos de los años cuarenta del siglo pasado , o tal vez en plena Guerra civil española, que una señorita no debería o debiera estudiar Derecho. Tía Concha desdeñó el sabio consejo y terminó su licenciatura con brillantez.
Caso aún más extraño en persona intelectual y culta, como era el profesor,fue el de mi también tío segundo Rafael Álvarez de Toledo Marvizón, primo hermano de Julio Marvizón Preney, el hombre del tiempo de los informativos andaluces, tan simpático.
Un buen día, estudiando tío Rafael primero de carrera y de camino hacia su casa, oyó,en la calle Amor de Dios, una voz tronante que lo llamaba desde un balcón : Señor Álvarez de Toledo, suba de inmediato. Rafael miró hacia arriba y vio la figura de Pelsmaeker conminándolo a subir a su casa. Corrían los primeros años del comienzo de la segunda mitad del siglo XX y un jovencísimo tío Rafael, cuando menos, se sorprendió. Obedeció y le hizo pasar al interior de su casa para espetarle : Lo he llamado para decirle que usted nunca será Abogado. Sin más, le dijo, puede marcharse. Tío Rafael terminó la licenciatura en Oviedo y su bufete es de los mejores de Sevilla. No sólo ha ejercido su profesión de Abogado durante más de medio siglo, con brillantez, sino que sus tres hijos ( Gonzalo, Javier y Rafael), licenciados en Derecho, han continuado la tradición familiar en lo referente a estudios jurídicos. Rafael sigue yendo, con setenta y ocho años, todas las mañanas a su Despacho. Sigue en activo y enamorado de su profesión. Buena vista la de don Francisco Pelsmaeker.
El tercer caso es mío, como estudiante de " preu". Al salir las notas de las prueba de acceso a la Universidad, año 1966 creo recordar, veo que estaba suspendido. La nota del exámen de Lengua griega había impedido mi aprobado. Me extrañó porque estaba convencido que mi traducción del texto era correcta. No para sobresaliente, pero, sin duda para aprobado largo o notable. Me asistía el derecho a preguntar el porqué de la calificación y lo hice de forma respetuosa. Con traje de chaqueta y corbata como estaba mandado. Con educación y buenas palabras.
Toqué con los nudillos y suavidad en el portalón de caoba del Despacho del profesor Pelsmaeker y un vozarrón claro y potente dijo : Pase. Abrí la puerta y vi una larga estancia a cuyo fondo, sentado en un buen sillón tras una mesa de noble madera, la figura del señor que había corregido el exámen de griego y presidente del tribunal que me había suspendido. ¿ Qué quiere usted? dijo con displicencia. De forma correcta expuse el motivo de mi presencia desde el umbral de la puerta. No me había invitado a acercarme . Desde lejos, dándome un vocinazo, comentó con acritud, sin preguntarme nombre y apellidos: Es usted un chulo. Si quiere ver el exámen, vuelva en marzo por aquí. A la vista de tan justo y delicado comportamiento del afamado jurista, respondí como su actitud mereció. Chulescamente di un portazo. Luego fuíme y no hubo nada.
Que Dios lo tenga en santa gloria.
El primero ocurrió con tía Concha Pérez Álvarez de Toledo, prima hermana de mi padre, quien de vivir rozaría el siglo, y a la que le espetó, allá por comienzos de los años cuarenta del siglo pasado , o tal vez en plena Guerra civil española, que una señorita no debería o debiera estudiar Derecho. Tía Concha desdeñó el sabio consejo y terminó su licenciatura con brillantez.
Caso aún más extraño en persona intelectual y culta, como era el profesor,fue el de mi también tío segundo Rafael Álvarez de Toledo Marvizón, primo hermano de Julio Marvizón Preney, el hombre del tiempo de los informativos andaluces, tan simpático.
Un buen día, estudiando tío Rafael primero de carrera y de camino hacia su casa, oyó,en la calle Amor de Dios, una voz tronante que lo llamaba desde un balcón : Señor Álvarez de Toledo, suba de inmediato. Rafael miró hacia arriba y vio la figura de Pelsmaeker conminándolo a subir a su casa. Corrían los primeros años del comienzo de la segunda mitad del siglo XX y un jovencísimo tío Rafael, cuando menos, se sorprendió. Obedeció y le hizo pasar al interior de su casa para espetarle : Lo he llamado para decirle que usted nunca será Abogado. Sin más, le dijo, puede marcharse. Tío Rafael terminó la licenciatura en Oviedo y su bufete es de los mejores de Sevilla. No sólo ha ejercido su profesión de Abogado durante más de medio siglo, con brillantez, sino que sus tres hijos ( Gonzalo, Javier y Rafael), licenciados en Derecho, han continuado la tradición familiar en lo referente a estudios jurídicos. Rafael sigue yendo, con setenta y ocho años, todas las mañanas a su Despacho. Sigue en activo y enamorado de su profesión. Buena vista la de don Francisco Pelsmaeker.
El tercer caso es mío, como estudiante de " preu". Al salir las notas de las prueba de acceso a la Universidad, año 1966 creo recordar, veo que estaba suspendido. La nota del exámen de Lengua griega había impedido mi aprobado. Me extrañó porque estaba convencido que mi traducción del texto era correcta. No para sobresaliente, pero, sin duda para aprobado largo o notable. Me asistía el derecho a preguntar el porqué de la calificación y lo hice de forma respetuosa. Con traje de chaqueta y corbata como estaba mandado. Con educación y buenas palabras.
Toqué con los nudillos y suavidad en el portalón de caoba del Despacho del profesor Pelsmaeker y un vozarrón claro y potente dijo : Pase. Abrí la puerta y vi una larga estancia a cuyo fondo, sentado en un buen sillón tras una mesa de noble madera, la figura del señor que había corregido el exámen de griego y presidente del tribunal que me había suspendido. ¿ Qué quiere usted? dijo con displicencia. De forma correcta expuse el motivo de mi presencia desde el umbral de la puerta. No me había invitado a acercarme . Desde lejos, dándome un vocinazo, comentó con acritud, sin preguntarme nombre y apellidos: Es usted un chulo. Si quiere ver el exámen, vuelva en marzo por aquí. A la vista de tan justo y delicado comportamiento del afamado jurista, respondí como su actitud mereció. Chulescamente di un portazo. Luego fuíme y no hubo nada.
Que Dios lo tenga en santa gloria.
1 comentario:
Muy buenas las anécdotas. Hay una biografía de Pelsmaeker en Wikanda donde dice que padecía del estómago y que suspendió a la primera mujer que estudió Derecho, la escritora Mercedes Formica. Un saludo Alfredo
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