Pisé por vez primera la ciudad allá por el año 1953 o 1954. Muy allá. Lo hice, viajando desde Sevilla, con mi tía Carmen Pineda , mi tío Ramón Dalebrook Mahón y sus dos hijas en el cónsul que por aquellos lejanas fechas tenía mi tío. Recuerdo que hicimos una parada en El Puerto de Santa María para tomar algo. Tío Ramón era un médico simpático y bajito, sevillano de origen inglés. Su padre, John Dalebrook, había nacido en Newcastle y, no sé porqué motivos, había ejercido su profesión en Sevilla. Fue médico de la colonia inglesa de la ciudad y vivió en la calle don Remondo, junto a la Giralda. Lugar encantado como son todos los que están a la sombra de la torre, por excelencia, sevillana.
Lllegué a Cádiz sin que tío Ramón llegase a amarrarme al asiento como decía. Libre de ataduras, aparcamos en los alrededores de la plaza de El Falla donde vivía una señora que había servido en casa de los padres de mi tío. Tras visitar a la mujer, descubrí el mar. El balneario de la Caleta fue el lugar exacto de mi descubrimiento y de mi primer contacto con aguas marinas. Mi bautizo gaditano. Me recuerdo próximo a los pilares del balneario con las mansas olas llegándome a los tobillos a los que se me acercaban pececillos que me cosquilleaban. Seguro de sus docilidades, avancé hasta que el agua me llegó a las rodillas cual pequeño Vasco Núñez de Balboa tomando posesión, en nombre de los Reyes de Castilla y de León, de las aguas del Mar del Sur en el aún más lejano 1513.¡ Qué cosas sabiamos los niños de entonces!. Y eso que jamás fui un niño enterado ni pepesabidillo. Lo que no sabía era que aquel bautizo marino supondría, con el discurrir de los años, mi primer eslabón, con las aguas y las tierras gaditanas, al que se encadenarían otros muchos. Que unas y otras ( aguas y tierras) se convertirían en escenarios de buena parte de mi vida, siempre ligada y agradecida a Sevilla y a Cádiz. A todo el Mundo como decía Villalón Daoíz con parte de razón. Desde ambas ciudades se descubriría el Mundo, tengamos esto presente. Al descubrir el mar y Cádiz yo empezaba mi descubrimiento del Mundo, desde mi Sevilla natal y tan querida. El descubrimiento del hombre en lo que es susceptible de conocer.
Aquel día supuso mi primer contacto con la ciudad, donde desarrollaría mi vida laboral como aprendiz de profesor de Historia y de historiador, en la que me enamoraría y casaría. En la que mis hijos nacerían. Simple azar en cuanto que nunca me propuse objetivos en la vida. Dejé que esta fuese pasando y fuese ofreciendo esto o lo otro, y yo eligiendo. Postura sabia. Jamás me tracé objetivos porque la realidad es tan mutable que se nos escapa entre los dedos, huidiza. Inaprensible por mucho ahínco que pongamos en asirla. El todo cambia es certeza del pensamiento clásico que yo, desde muy niño, ciencia infusa, intuí. Sabía que las cosas cambiaban, pero no en qué dirección. Quien conozca la dirección es sabio y pocos hay. A toro pasado puedo decir que acerté de pleno al aceptar el ofrecimiento que se me hacía de venir a Cádiz, veinte años después, y asentarme en la orilla de sus aguas. Aquí sigo viendo sus amaneceres y atardeceres. Sintiendo sus vientos y los recuerdos de mi Sevilla de nacimiento y primeros veinticinco años de vida. Justificando el nombre de este modesto blog en el que vuelco y expongo cosas que muy dentro llevo. Cosas que me salen del corazón y de la memoria en la que yo llamo : Incipiente senectud. Cosas de viejo, de vejete. Palabra con encanto. Palabra de Toledo.
Lllegué a Cádiz sin que tío Ramón llegase a amarrarme al asiento como decía. Libre de ataduras, aparcamos en los alrededores de la plaza de El Falla donde vivía una señora que había servido en casa de los padres de mi tío. Tras visitar a la mujer, descubrí el mar. El balneario de la Caleta fue el lugar exacto de mi descubrimiento y de mi primer contacto con aguas marinas. Mi bautizo gaditano. Me recuerdo próximo a los pilares del balneario con las mansas olas llegándome a los tobillos a los que se me acercaban pececillos que me cosquilleaban. Seguro de sus docilidades, avancé hasta que el agua me llegó a las rodillas cual pequeño Vasco Núñez de Balboa tomando posesión, en nombre de los Reyes de Castilla y de León, de las aguas del Mar del Sur en el aún más lejano 1513.¡ Qué cosas sabiamos los niños de entonces!. Y eso que jamás fui un niño enterado ni pepesabidillo. Lo que no sabía era que aquel bautizo marino supondría, con el discurrir de los años, mi primer eslabón, con las aguas y las tierras gaditanas, al que se encadenarían otros muchos. Que unas y otras ( aguas y tierras) se convertirían en escenarios de buena parte de mi vida, siempre ligada y agradecida a Sevilla y a Cádiz. A todo el Mundo como decía Villalón Daoíz con parte de razón. Desde ambas ciudades se descubriría el Mundo, tengamos esto presente. Al descubrir el mar y Cádiz yo empezaba mi descubrimiento del Mundo, desde mi Sevilla natal y tan querida. El descubrimiento del hombre en lo que es susceptible de conocer.
Aquel día supuso mi primer contacto con la ciudad, donde desarrollaría mi vida laboral como aprendiz de profesor de Historia y de historiador, en la que me enamoraría y casaría. En la que mis hijos nacerían. Simple azar en cuanto que nunca me propuse objetivos en la vida. Dejé que esta fuese pasando y fuese ofreciendo esto o lo otro, y yo eligiendo. Postura sabia. Jamás me tracé objetivos porque la realidad es tan mutable que se nos escapa entre los dedos, huidiza. Inaprensible por mucho ahínco que pongamos en asirla. El todo cambia es certeza del pensamiento clásico que yo, desde muy niño, ciencia infusa, intuí. Sabía que las cosas cambiaban, pero no en qué dirección. Quien conozca la dirección es sabio y pocos hay. A toro pasado puedo decir que acerté de pleno al aceptar el ofrecimiento que se me hacía de venir a Cádiz, veinte años después, y asentarme en la orilla de sus aguas. Aquí sigo viendo sus amaneceres y atardeceres. Sintiendo sus vientos y los recuerdos de mi Sevilla de nacimiento y primeros veinticinco años de vida. Justificando el nombre de este modesto blog en el que vuelco y expongo cosas que muy dentro llevo. Cosas que me salen del corazón y de la memoria en la que yo llamo : Incipiente senectud. Cosas de viejo, de vejete. Palabra con encanto. Palabra de Toledo.
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