No había amanecido. Era noche obscura.Desde la cocina llegaba olor al café que estaba haciendo Juana, la casera,en la cocina de leña. Olor a café y a pan frito de campo.La mesa del comedor estaba preparada para que mi abuelo Pepe y yo desayunásemos.El caserío permanecía en silencio absoluto, todos dormían.Desde el exterior se oía el campo cantar anunciando las primeras luces del alba.El cielo estaba estrellado.Ni una nube se interponía entre firmamento y tierra cuando,en el caballo de mi abuelo,con todos los útiles de caza,incluída la jaula de la perdiz, perdigón decía mi abuelo,de reclamo,emprendimos la marcha.El andurrial,la vereda que nos llevaba al puesto era rocoso,accidentado; pero el animal conocía todas las piedras y los escollos del camino.A lo lejos,en la campiña, se veían las luces de Osuna y de otros pueblos.Olía a naturaleza pura.A miscelánea de frutas e hierbas silvestres. A tomillo y a romero.Cabalgamos media hora.Un tiempo que para un adulto es un momento y para un niño de cinco años una eternidad.A mi abuelo le había hecho ilusión que yo lo quisiese acompañar.A la grupa,como mis brazos no daban para abarcar su cintura ,me asía a su camisa verdosa que mimetizaba los colores del entorno.La mía era de color semejante.Iba seguro. Mi abuelo me había advertido, no era la primera vez que montaba con él,que me sujetase bien.Sí era mi primera cacería como testigo.Mira,tras aquél olivo , el grande, me dijo, está el puesto. Ya sabes : Sin rechistar y sin moverte.Haz sólo lo que yo te diga.El puesto,bien camuflado,me pareció un castillito de murallas bajitas.Una vez aposentados en él,ya alboreaba y algunos pájaros,palomas torcaces,codornices... volaban entre el olivar.Vuelos rasantes.Mi abuelo no disparaba a pesar de tener la escopeta montada.Tampoco lo hizo sobre una liebre que se cruzó,con la celeridad propia,a dos pasos de nosotros.Otro día iríamos a cazar conejos.Hoy era sólo reclamo.El perdigón, inquieto,comenzó a moverse, intranquilo.
El canto había empezado.Quieto, piruli,susurró mi abuelo al oído.Apuntó la escopeta y tras el tiro, cayó el primer pájaro.Después varios más.El tiempo se me iba haciendo largo, pero mis cinco sentidos estaban puestos en observar y en obedecer a mi abuelo.Volvimos con las alforjas llenas.Mi abuelo agradeció mi buen comportamiento.Me dijo que había sido un buen secretario.No entendí bien lo que me decía,pero intuí que era algo bueno.Lo volví a acompañar otras veces, pero aquél primer día de caza forma parte importante de mi niñez.Fuimos felices y comimos perdices.A medida que fui cumpliendo años,mi paciencia fue siendo menor y mi abuelo fue haciéndose más viejo.Un viejo honrado,natural y cariñoso que supo afrontar y aceptar la muerte de manera admirable.Mi abuelo Pepe Pineda, papápepe,me enseñò el contacto con la naturaleza y la manera de tratarla y respetarla.Cosa importante en la vida.Solía acariciarme la cabeza y decirme : Qué buen pelo tienes, piruli,entremetiendo sus dedos entre mis rizos flojos.No fui su nieto mayor, pero sí quien más convivió con él.Nos quisimos. Cuando fue perdiendo visión, le leía las crónicas de los toros y los epígrafes de los periódicos,en especial el A. B. C. de Sevilla.Nos quisimos bien.Ahora pienso que tengo más años que él tenía cuando tuve mis primeras nociones de su físico , su voz y sus andares.
El canto había empezado.Quieto, piruli,susurró mi abuelo al oído.Apuntó la escopeta y tras el tiro, cayó el primer pájaro.Después varios más.El tiempo se me iba haciendo largo, pero mis cinco sentidos estaban puestos en observar y en obedecer a mi abuelo.Volvimos con las alforjas llenas.Mi abuelo agradeció mi buen comportamiento.Me dijo que había sido un buen secretario.No entendí bien lo que me decía,pero intuí que era algo bueno.Lo volví a acompañar otras veces, pero aquél primer día de caza forma parte importante de mi niñez.Fuimos felices y comimos perdices.A medida que fui cumpliendo años,mi paciencia fue siendo menor y mi abuelo fue haciéndose más viejo.Un viejo honrado,natural y cariñoso que supo afrontar y aceptar la muerte de manera admirable.Mi abuelo Pepe Pineda, papápepe,me enseñò el contacto con la naturaleza y la manera de tratarla y respetarla.Cosa importante en la vida.Solía acariciarme la cabeza y decirme : Qué buen pelo tienes, piruli,entremetiendo sus dedos entre mis rizos flojos.No fui su nieto mayor, pero sí quien más convivió con él.Nos quisimos. Cuando fue perdiendo visión, le leía las crónicas de los toros y los epígrafes de los periódicos,en especial el A. B. C. de Sevilla.Nos quisimos bien.Ahora pienso que tengo más años que él tenía cuando tuve mis primeras nociones de su físico , su voz y sus andares.
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