Muchos moros y pocos cristianos han acudido al patio de la Madraza de la ciudad que bañan las aguan dulces del río Lucus y las saladas del océano Atlántico. Aunque estamos en invierno , la tarde es templada y clara como buena parte de las chilabas que veo cuando , acompañado por el intérprete marroquí que nos hemos agenciado , por mi primo Pineda y por el piloto , Arturo , que nos ha cruzado el Estrecho en un santiamén , tomo asiento , bajo . He decidido no vestirme a la europea , en señal de respeto pues estos marroquíes son muy suyos y nada , ya , nuestros ; y colocarme chilaba y pantuflas como si en carnaval de Cádiz estuviese.. El traductor, correspondiendo a mi detalle , viste a la europea como José Joaquín . Arturo , vestimentas que utilizó en nuestro viaje al planeta rojo , del que dispuestos estamos a hablarle a auditorio amoriscado.En honor a la verdad , digo que estoy poco favorecido con mi islámica veste. Mis kilitos de más que cada día van a más y mi cuello más bien corto , me asemejan a tortuga del país más que al periodista de raza que llevo dentro. A pesar de ello , el anuncio de nuestra llegada a la ciudad ha despertado expectación y el patio , como digo , aparece abarrotado de una muchedumbre algo tensa.
Comienzan mis palabras con un recuerdo cariñoso a la visita que hice , de niño , a la ciudad , en la que vivian . por aquellas lejanas fechas , mi tía Carmen Pineda y mi tío Ramón Dalebrook , médico en el , por entonces , protectorado español. Aludo a nuestro problemático aterrizaje en Tetuán y a la ayuda prestada por el personal indígena que nos atendió en tan desapacibles condiciones climáticas ( fuerte lluvia y fortísimo viento ) que dificultaron vuelo y aterrizaje. Aún recuerdo cómo los cristianos rezaban , rosario en mano , mientras los baches movían y zarandeaban al cuatrimotor . De igual forma recuerdo los rezos a Alá que entonaba el pasaje musulmán. Gracias a los dos dioses , probablemente , el temor se quedó en mal rato , sin accidente de mayor calibre. Advierto que , con el prólogo , el ambiente se va distendiendo si bien algunas risitas me recuerdan la imagen que debo ofrecer. Hilando fino , digo que más feo que yo son los martenses. No sé de qué manera el traductor hizo su trabajo , pero , de súbito , un moro , alejado de la mesa de los conferenciantes , me interpeló sobre el asunto de la pesca sin venir aquello a cuento.Sorteé lo escabroso del tema con habilidad y , con celeridad, pasé al meollo de la cuestión. Pronto advertí , por las miradas y gestos de los pocos cristianos presentes , que el traductor traicionaba mis palabras y decía cosas ajenas a ellas que lograban concitar enemistad hacia nuestra misión de paz y gloria periodística. Hubo mala suerte con el traductor , un tal Alí , pues nos granjeó el enfado e inquina general hacia el trío de cosmonáutas hispanos. Tuvimos , yo con mi chilaba a cuestas , que poner pies en polvorosa y, escoltados por la guardia mora que el Rey nos había puesto, emprender , de forma precipitada y poco digna , el vuelo de regreso al aeropuerto de Sevilla pues el de Jerez se hallaba en obras.
Total , fracaso rotundo en nuestra primera incursión por tierras norteafricanas. Esperamos que todo se aclare y que al traidor traductor le den su merecido. De lo dicho no debemos concluir que ni todos los moros ni todos los cristianos son así de falsos. Otra vez habrá más suerte, pero con los traductores , sean de donde sean , hay que tener mucha vista y mucho cuidado. No por este incidente lingüistico abandonaremos nuestra idea de relatar nuestro viaje por los alrededores del Atlas. Hasta capaz soy de reemprender el estudio de la lengua árabe rememorando los conocimientos de ella que mis antepasados mozárabes tenían en nuestra ciudad de Toledo, en la que tengo mis orígenes, y lo poco que de lengua árabe aprendí en mi carrera : Al-Rayulum-akala-mauzum. Un hombre se comió un plátano , creo recordar.
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