A VUELTAS CON EL OPTIMISMO

Tengo entre manos , a medio leer y siguiendo mi orden de preferencias sobre los títulos de los capítulos , el libro de Luis Rojas Marcos que lleva por nombre : La fuerza del optimismo. Siempre he sido defensor del optimismo , de lo mejor en todas las escalas , porque optimista soy por naturaleza. Optimista realista. Sé las ventajas que mantener esta actitud a lo largo de la vida pueden acarrear para el sano desarrollo psicológico y físico del individuo. Hasta aquí , de acuerdo. Las personas bajitas , entre las que me encuentro con mi metro sesenta y cinco centímetros de estatura cuando me tallaron , solemos serlo. Tal vez por ver siempre la botella medio llena al mirarla desde abajo. No obstante , esta perspectiva no me impide observar que algunas cosas que se dicen en el libro , posiblemente orientadas terapéuticamente , pecan de un optimismo superficial en cuanto que , con frecuencia, por muy optimistas que seamos , la realidad que nos rodea no juega a favor , sino en contra. Hasta ahora , por lo que llevo leído , no puedo hacer un juicio completo ni profundamente razonado sobre lo que concluyo sobre el libro. Lo haré cuando lea todos los capítulos. Por ahora , solo digo que , a la vista de lo que ocurre , del devenir y del porvenir, los naturalmente optimistas somos unos héroes desconocidos. Por ello me he autocondecorado , la medalla al mérito desconocido , con un broche con dos figuras danzantes , un etrusco y una etrusca ( broche discreto que le compré a mi mujer en una tienda de Sevilla ) y que luzco con orgullo en la solapa de mi chaqueta ante la mirada curiosa de las personas que lo observan. A veces digo que se trata de la medalla de una orden inexistente para la mayoría pero existente para mí , el autocondecorado. La medalla-insignia de los hombres independientes que miran al mundo con optimismo aunque el mundo , sus dirigentes y su gente ; su Historia y sus porvenires apenas den pábulo para ello. Seguiré leyendo a mi paisano Luis Rojas Marcos , médico y psiquiatra destacado , para ver si , en conjunto , coincidimos más o menos. Mi medalla al mérito desconocido es la única insignia que he lucido en mi vida , pero creo que la merezco y , por lo mismo , me la coloco cuando creo que la ocasión la pintan calva. Cuando se me apetece y las normas del protocolo y del buen humor me lo permiten. Sé en qué situaciones me la puedo colocar a la altura del ojal de mi solapa . En el lugar en el que se ponen las medallas más convencionales   con mayor o menor merecimiento. En el lugar en el que algunos presumen de una cosa o de otra. Lo mío no es presunción sino sano optimismo aunque apenas haya razón para él.