Mi playa , como todas , es un cementerio de olas laico . No hay cruces sino cenefas blancas que expiran al tocar en las arenas que el hombre pisa . Tampoco hay urnas cinerarias . No las admiten . Solo gaviotas en los días nublados y lluviosos y bañistas en los soleados . Parecen , como los hombres , que nunca mueren ; pero sí , como aquellos , aunque olas y hombres comparten las costas desde que el hombre llegó a ellas y empezó a admirarlas y a adorarlas creyéndolas hijas de Poseidón , de Neptuno o de alguna deidad anterior. Creyéndolas inmortales como muchos se creen y puede ser que razón lleven .
Ellas se perpetuarán hasta la consumación de los tiempos como el hombre se perpetúa en sus descendientes hasta la Parusía de la que algunos les gustaría ser testigos y a otros no . Por encima , muy por encima , de olas y de hombres , EL GRAN HACEDOR que crea las cosas bellas : mares y tierras.
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