LA CIENCIA VIVA DE LOS HOMBRES MUERTOS

De labios de un profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de Sevilla,creo recordar que de labios de don Luis Navarro, catedrático de Historia de América, explicándonos la asignatura de Historiografía, en tercero de carrera,oí que alguien había definido la Historia como la ciencia viva de los honbres muertos.La definición se me pegó al oído y sobre ella he reflexionado más de una vez.Es cierto que al escribir sobre temas históricos, damos,en cierta manera,vida a personas que ya no están, que fueron.Y si estas personas son antepasados de uno, también en cierta forma continúan viviendo y perpetuándose en nosotros.Hay veces que en mis palabras, gestos y tono de voz reconozco la personalidad y presencia viva de mi padre.Como si no hubiese muerto y siguiera viviendo en mí o yo en él.El hilo que separa la vida de la muerte es sutil y,planteamientos y creencias religiosas al margen,es principio científico que la energía ni se crea ni se destruye, sino se transforma.Si los genes perduraran hasta la consumación de los siglos, no sé hasta que punto se puede hablar de muerte material hasta ese momento y después...Cierto es que las personas, al morir,desaparecen, somáticamente,del mundo de los vivos,pero pienso que no tanto como se cree.Respetando y compartiendo la creencia cristiana y de otras religiones de que no todo acaba con la muerte física;al no todo ser materia en el hombre,lo espiritual( insisto que para los que creemos que no todo es materia),probablemente pueda seguir de forma desconocida para nosotros.Puedo afirmar que en determinados lugares o ciudades en las que mis ancestros estuvieron o vivieron,he notado ciertos efluvios extraños y gratos.Otras veces,aun estando muy próximos a ellos, no.Lejos de la intención de mis anteriores palabras está el que parezca que yo tenga alguna cualidad o don excepcional,del que a todas luces carezco,pero, al menos,puedo decir que algo he captado.Jamás he asistido a reunión espiritista alguna, sea del tipo que sea,ni,aunque nunca se puede decir de ese agua no beberé,pienso asistir.El hecho de convivir con la vida pasada de mis pasados y, a veces,entrar en cuestiones muy personales de ellos,quizá pudiese favorecer determinada relación energética.No puedo decir, sin embargo, que haya visto apariciones algunas de mis ascendientes.Me gustaría,pero no han ocurrido. En este sentido tengo sana envidia de un íntimo amigo,persona centradísima y no creyente,quien me ha comentado que a los pies de su cama se sentaban, de noche,dos ancianas en las que creía reconocer a sus abuelas.Otros amigos se tomaban sus comentarios a broma.Yo, no.Ojalá pudiese hablar con mis antepasados de nuestros temas familiares y de sus respectivss épocas.Sería como poner en acción la quimérica máquina del tiempo.Como la tecnología siga avanzando a la velocidad que va,la máquina no sería tan quimérica.Realmente no sabemos a dónde nos lleva el progreso tecnológico, ni sea la meta la que sea,lo que nos deparará.De lo que no cabe la menor duda es de que, mientras las personas que se fueron sigan estando en nuestros pensamientos, no se han ido del todo y seguimos conviviendo con ellas de forma más o menos tangible.Se podrá hablar de una muerte convencional,pero con mayor dificultad de una muerte eterna.La fama de los grandes creadores con el pensamiento o con obras es una forma,opino que no la única, de vida eterna; perduremos mucho o poco en el planeta Tierra.Al historiador le gusta escudriñar al máximo el pasado y, si es posible,hacerlo revivir para conocerlo mejor.Tal vez sea actitud viciosa profesional,pero no se olvide que, etimológicamente,el historiador es curioso y pregunta e indaga sobre cualquier tema,preferentemente sobre tiempos y épocas anteriores.El presente queda en manos de los sociólogos.El futuro,más o menos probable,es incierto.Sin embargo, le temo.