Es la primera vez que, al despertarme en mi habitación del hotel Lancaster, el sol fuerte de la mañana londinense me deslumbra. Hasta ahora es la primera vez que la antigua Londinium me recibe con formas meridionales. Aprovecho el buen día para darme un paseo por Hide Park . Un paseo soleado y mañanero entre gente de todas las partes del mundo que corren, montan, nadan, vuelan , aman... El parque tiene una extensión propia de latifundio andaluz ( 250 ha ) , como es sabido, y ardillas juguetonas que nos miran con descaro impropio, también como es sabido. Calma y paz entre la arboleda británica. Cielo azul , a la vez impropio, y zapatos propios y apropiados para dar la larga caminata que emprendo con mis prendas : pantalón de pana, chaqueta gris de espigas , corbata lisa de lana, color rojo sangre de toro bravo español , y zapatos negros. Todo muy inglés menos el rojo sangre de toro. Es el toque hispánico de mi indumentaria . Mi bandera , mi estandarte para distinguirme en el cosmopolitismo circundante.
Tras el paseo decido visitar el teatro El Globo donde mi tocayo Shakespeare solía representar sus creaciones. Aunque advertido estaba, decido dejar que me timen. Del original, tal vez una piedra en los cimientos. Aunque estaban armando un tinglado en el escenario , yo no monté alguno. Al fin y al cabo lo esperaba y por ello hasta ahora había eludido la visita. Caballerosidad española a tono con la británica. Si los ingleses fueron grandes en cuanto a la extensión de su imperio, nosotros también tuvimos el nuestro. Vaya una cosa por la otra y pelillos a la mar. No tuve en cuenta el timo y tras la caminata , a mediodía, decido dirigir mis pasos por las orillas del Támesis y buscar algún sitio en el que vendan tabaco. El sol aprieta y noto que mi frente despejada se solea como en las orillas del Guadalquivir o en las playas gaditanas, algo inconcebible dadas las fechas del calendario y la latitud en la que estoy. Con gran dificultad , por mis escasos conocimientos de la lengua inglesa y por la escasez de lugares en los que el tabaco está a la venta ( parece mentira ), logro encontrar un lugarejo en el que compro la mercancía tabaquera a un precio elevado. Creo que ya estoy moreno , que me he puesto moreno en la orilla de tan plutócrata río aunque si lo digo nadie me creerá y unas ganas propias e incontinentes de hacer pis, teniendo en consideración los años de mi próstata, me asaltan. Pregunto en varios bares si hay cervezas y lavabos encontrando respuestas negativas. Ni alcohol ni tabaco , me dicen como si yo fuese Jack el destripador de Whitechapel , mientras mis ganas de hacer pipí hacen que alguna gotita se escape uretra abajo. Cuando parecía que me tendría que esconder en alguna esquina de la City para orinar medio decentemente, veo una portezuela azulina junto a una vidriera tras la que se ven cervezas. Entro, hago aguas menores caudalosas y pido una pinta. Bebo, respiro tranquilo, salgo, fumo, cojo el metro y me voy a Notting hill donde compro algunos regalitos y almuerzo pensando en la película de Hugh Grant y Julia Roberts. El calor sigue apretando y me desabrocho el botón de mi corbata roja sangre de toro. Espero, don amante de los caballos delicado , que mi crónica desde la antigua capital del mundo le haya gustado. De las Torres, el Parlamento , el Big Ben , Enrique VIII y sus mujeres , incluída Catalina Parr la única que le sobrevivió, han escrito, y mucho, otros. Supongo que las dificultades que en Londres se encuentran para tomar una cerveza o hacer pipí es cuestión de impuestos.
Tras el paseo decido visitar el teatro El Globo donde mi tocayo Shakespeare solía representar sus creaciones. Aunque advertido estaba, decido dejar que me timen. Del original, tal vez una piedra en los cimientos. Aunque estaban armando un tinglado en el escenario , yo no monté alguno. Al fin y al cabo lo esperaba y por ello hasta ahora había eludido la visita. Caballerosidad española a tono con la británica. Si los ingleses fueron grandes en cuanto a la extensión de su imperio, nosotros también tuvimos el nuestro. Vaya una cosa por la otra y pelillos a la mar. No tuve en cuenta el timo y tras la caminata , a mediodía, decido dirigir mis pasos por las orillas del Támesis y buscar algún sitio en el que vendan tabaco. El sol aprieta y noto que mi frente despejada se solea como en las orillas del Guadalquivir o en las playas gaditanas, algo inconcebible dadas las fechas del calendario y la latitud en la que estoy. Con gran dificultad , por mis escasos conocimientos de la lengua inglesa y por la escasez de lugares en los que el tabaco está a la venta ( parece mentira ), logro encontrar un lugarejo en el que compro la mercancía tabaquera a un precio elevado. Creo que ya estoy moreno , que me he puesto moreno en la orilla de tan plutócrata río aunque si lo digo nadie me creerá y unas ganas propias e incontinentes de hacer pis, teniendo en consideración los años de mi próstata, me asaltan. Pregunto en varios bares si hay cervezas y lavabos encontrando respuestas negativas. Ni alcohol ni tabaco , me dicen como si yo fuese Jack el destripador de Whitechapel , mientras mis ganas de hacer pipí hacen que alguna gotita se escape uretra abajo. Cuando parecía que me tendría que esconder en alguna esquina de la City para orinar medio decentemente, veo una portezuela azulina junto a una vidriera tras la que se ven cervezas. Entro, hago aguas menores caudalosas y pido una pinta. Bebo, respiro tranquilo, salgo, fumo, cojo el metro y me voy a Notting hill donde compro algunos regalitos y almuerzo pensando en la película de Hugh Grant y Julia Roberts. El calor sigue apretando y me desabrocho el botón de mi corbata roja sangre de toro. Espero, don amante de los caballos delicado , que mi crónica desde la antigua capital del mundo le haya gustado. De las Torres, el Parlamento , el Big Ben , Enrique VIII y sus mujeres , incluída Catalina Parr la única que le sobrevivió, han escrito, y mucho, otros. Supongo que las dificultades que en Londres se encuentran para tomar una cerveza o hacer pipí es cuestión de impuestos.
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