Es Cádiz provincia de muy buenas playas. Con esto no descubro ni digo nada nuevo ni desconocido. Para mi gusto , a medida que , desde la capital , me acerco al Estrecho , son más interesantes y bonitas por ser la costa más accidentada y montuosa , no tan rectilínea como la de la propia Cádiz.
Hace muchos años, creo que más de treinta , aprovechando una larga huelga de P.N.N , las recorrí de cabo a rabo y en ellas me bañé fuese la estación la que fuese. Me encanta ver las costas africanas, tan cercanas, desde nuestras aguas , más frías a medida que uno se acerca al Peñón inglés de Gibraltar , la montaña de Tarik , que tantos años lleva luciendo la bandera inglesa y los que te rondaré, morena. Ya va para trescientos años que las morenas y otros peces de la bahía de Algeciras hablan inglés. Es el idioma que hablan los delfines de el Estrecho. Ni árabe ni castellano , hablan la lengua oficial que se oye en las calles de Londres, con leve acento de llanitos.Un inglés andaluzado y andazulado , sobre todos los peces sin pescar azules , los que más sabor tienen. Tanto que hasta Japón llegan. Una vez que dejan de ser peces y pasan a pescados , enmudecen. No dicen nada , ni pío. Sólo guardan su exquisito sabor.
En una de estas buenas y bonitas playas estuve ayer con mujer e hijos , sin más nadie. Los cuatro cogimos carretera sin mantas hasta la antigua Baelo Claudia , la Bolonia sureña y gaditana . Hacía un día fresco , un día excepcional para la segunda mitad del mes de julio en latitudes europeas tan meridionales. El agua , transparente, dejaba ver pequeños peces que balbuceaban la lengua de los reyes ingleses tras la Guerra de los Cien Años. No hay mal que cien años dure, pero las guerras de los hombres son interminables. Toda una Historia llena de guerras y más guerras . De aquí que los guerreros pasasen a ocupar lugares privilegiados en todas las culturas y todas las épocas, después los comerciantes. No sé a cuáles se les debe temer más.Los pececillos que me rodeaban no eran guerreros y, rodeado de ellos, me extasié viendo el perfil de las costas africanas y bromeando con mis hijos sobre la cercanía de aquella tierras que a un tiro de cañón teníamos enfrente. Pasé de ver las ruínas de Baelo Claudia porque otras veces las he visitado , pero no me cansé de mirar la belleza del paisaje. Disfruté pensando en las tiposas , las que buenos tipos tuviesen , romanas que hacía dos milenios se bañarían en aquellas aguas prístinas , tal vez desnudas en cuanto que , al menos que yo sepa, no nos han llegado vestigios de matronas hispano-romanas en traje de baño como diría el señor Ussía. Pensando en los barcos anclados en la amena rada de aquél puerto romano con sus bodegas repletas de ánforas contenedoras del oro líquido de la Bética, el aceite de sus olivares. Imaginando cómo se manufacturaría el apreciado garum que vuelve a resucitar en las actuales industrias de salazones. ¡ Qué buena playa y qué buen sitio !. ¡Qué buen día pasamos sin altavoces y sin gentío !. ¡ Qué buen gusto tuvo el Emperador Claudio fundando , en aquél lugar, Bolonia !
No hay comentarios:
Publicar un comentario