Es la que voy a contar y le sucedió a un hombre llamado Wenceslao .
Wenceslao vivía en una casita , unos ciento veinte metros cuadrados habitables , situada en las orillas de un riachuelo de montaña. . Vivía solo con la única compañía de su gato . De noche , había luz eléctrica en la casa , veía la televisión un poco y , tras verla , se acostaba en una cama mullida a la que todas las semanas cambiaba las sábanas . Wenceslao era pulcro y contaba setenta y dos años .
Había sido funcionario de carrera , era licenciado en derecho , y hasta el año de su jubilación moró en la ciudad a la que el destino lo llevó tras obtener plaza en sus oposiciones a la administración local. En los día fríos de invierno encendía la chimenea y así caldeaba su casa que era , al mismo tiempo , su retiro y su refugio.
En la ciudad había pasado buena parte de su vida en activo mientras las técnicas avanzaban a una velocidad en la que hasta entonces no lo habían hecho. Tanto que lo superaron y él no pudo convivir durante más tiempo con ellas. No pudo soportar tantos avances .
Al ser viudo sin hijos , ya hacía tiempo que lo venía pensando , compró unos terrenos , con sus ahorros , en el campo y habló con un arquitecto amigo suyo para que en ellos construyese una casa al gusto de Wenceslao aunque, como hombre delicado que era, teniendo en cuenta , también , los gustos del arquitecto amigo.
Se construirían los metros mencionados y la casa estaría rodeada de una amplia parcela en la que él crearía un jardín , donde plantaría arbustos, rosales, y árboles que , en verano , le prestarían buena sombra al tejado y a la delantera de la casa. Las rosas de los rosales , cuando florecieran , la perfumarían de forma natural.
Lo más próximo a ella era una antigua vivienda de peones camineros , separada de la de Wenceslao por medio kilómetro , en la que vivía la mujer que iba tres veces a la semana a hacerle la comida y las labores domésticas. La mujer estaba casada y tenía un hijo que se encontraba haciendo la mili en un lugar alejado de aquél predio . María , Pedro y Manuel eran los nombres de estas tres personas.
Un buen día , mientras paseaba Wenceslao por las cercanías del nacimiento del río , se torció un tobillo con tan mala suerte que la torcedura lo impedía andar . No podía dar un paso ni apoyar el pie. A voces clamó pidiendo ayuda pero nadie lo oyó hasta que , pasadas varias horas sin que nadie lo atendiese , cayó en que podía hacer uso de su móvil, hasta entonces no había pensado en esta posibilidad de pedir auxilio , y telefoneó a María . Acudió su marido , Pedro , que por aquellos andurriales escarpados se encontraba pastoreando con sus cabras, y le prestó ayuda .
Camino de vuelta y con su pierna entablillada , Wenceslao pensó en lo solo que estaba y lo peligroso que , a su edad , era vivir sin compañía de alguien . Ni corto ni perezoso le ofreció a Pedro ir a vivir con él. Pedro lo consultó con María y se mudaron a la casa de Wenceslao . Allí compartirían mesa y mantel y , cuando regresase Manuel de la mili ya sumarían cuatro , Wenceslao no se encontraría solo sino bien acompañado.
Wenceslao , al no tener a nadie en esta vida , ni sobrinos lejanos , fue un día a la ciudad y testó a favor de la familia que lo cuidaba . María y Pedro se lo agradecieron con el corazón y juntos vivieron hasta que el Todopoderoso decidió que a Wenceslao le había llegado su hora.
Wenceslao , hombre previsor , había dejado escrito en el testamento , y así se lo había comunicado a sus cuidadores , que su deseo , a ser posible , era ser enterrado en aquellas tierras que había legado a María y a Pedro . Respetaron estos la voluntad de aquél buen hombre al que el avance técnico y tecnológico había superado y lo había obligado a huir a la montaña para no volver nunca, ni vivo ni muerto , a la ciudad. Descanse en paz Wenceslao. Era una buena persona.
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