Don Felipe Delicado , que ya conocen , me envía al pueblo sevillano de los Álvarez Quintero y de muchas otras personas para que haga un reportaje sobre el extraño robo acaecido en la calle la plaza de la localidad. Como está cerca de Cádiz , arranco mi coche y enfilo autopista hasta los Palacios donde me desvío por carretera normal hasta el lugar de mi destino, Utrera.
Aparco con comodidad en la plaza del ayuntamiento y comienzo mis indagaciones preguntándole al propietario del inmueble, mi primo hermano José Joaquín Prieto Álvarez de Toledo, hombre tranquilo donde los haya. Me ratifica lo dicho por los medios de comunicación regionales y nacionales , como si no hubiese cosas más importantes de las que informar, ampliando detalles.
Estaba don José Joaquín tomándose una copa cuando le dicen que en el tejado de su casa paterna hay un hombre fumando un pitillo y que , de pronto, ha dejado de verse. José Joaquín , sin prisas , apura la copa y , sin prisas, se acerca a la casa. Abre la puerta y la cancela y sube encontrándose todo revuelto y las botellas de licor y vinos medio vacías y por los suelos. A su lado , el caco escalador tumbado y borracho hablaba con la lengua tan pastosa y tartamudeante que no había quién lo entendiese.
La versión oficial de los hechos dice que el ladrón accedió al inmueble por la azotea de la casa colindante, o por el tejado, y entró por el soberado de la casa allanada. Viéndola deshabitada pensaría que todo el monte era orégano y, también sin prisas , se tomó su tiempo y se dispuso a pasar un rato en ella a base de alcohol con solera y a fumarse un cigarro en el tejado , tal vez acostumbrado a que cada vez nos pongan las cosas más difíciles a los fumadores , tomando el sol de la primavera sevillana. Terminado el cigarro y las numerosas copas , sigue diciendo el informe oficial, se dirigiría al patio de entrada para , desde dentro, abrir la cancela desde la portezuela donde está el tirador y salir como el que no quiere la cosa y más alegre que unas castañuelas.
Como la casa, como he dicho, lleva algún tiempo deshabitada , el abridor no funcionó y el caco se vió , de forma rápida, entre rejas y con la puerta de acceso al zaguán cerrada a cal y canto , preso antes del juicio. El hombre , aterrorizado ante su situación , volvió a subir al tejado y, desde él , clamar por su rescate intentando cambiar una cárcel por otra. La del destino por la de la justicia , que es más liviana y mejor comida ofrece que las neveras vacías de la trampa en la que había caído . Clamando estaba cuando llegaron las fuerzas del orden para rescatarlo ileso y borracho, coincidiendo con la llegada de mi primo. No hace falta decir que el juez decretó la libertad de tan borrachín y malaventurado ladrón y mi primo , el tranquilo José Joaquín , sin las botellas que en su casa guardaba. Hasta aquí la versión oficial de los hechos.
Conocedor, yo , de que lo oficial apenas tiene que ver con lo real, logré entrevistarme con el caco en una bodega de Utrera de la que es cliente asiduo, y mal pagador, el ladronzuelo. Díjome lo siguiente sobre la cuestión entre copazo y copazo. Díjome la versión cierta y verdadera de lo acontecido, que tanto dista, como siempre, de la oficial.
Mire usted, don Wilhelmus, créase que la cosa fue tal como le voy a decir; y créase que le he pedido perdón a su primo por el desaguisado como , de manera tan cursi dicen los guardias, que cometí en casa de la difunta doña Lola , a quien conocí en vida y de la que sólo puedo decir que me ayudó siempre que le pedía algún dinero para mis pequeños vicios alcohólicos.Era una gran señora en todo. Usted lo sabrá como sobrino que es de ella.
Así es, asentí, antes de que el borrachín continuase con su verdadera versión de los hechos.
Pues mire usted, la cosa fue que me dio por darme un paseo por los tejados ,como el señor don gato de la cancioncilla dice , y estando en ellos me entraron ganas de hacer mis necesidades . Como uno es muy limpio y respeta las buenas costumbres, no me pareció bien hacérmelas en azotea alguna y , aprovechando que la puerta de la azotea de doña Lola estaba abierta, entré y busqué el lugar adecuado para hacer mis deposiciones, se dice así verdad, de forma correcta y aseada. Solventado el tema, ví que había un buen surtido de botellas y , con el descorchador que había en la cocina, empecé la cata. A la media hora, noté unos efluvios distintos a los que acostumbrado estoy y , créame por la gloria de mi mare, don Wilhelmus, observé que las cortinas se inflaban de manera rara y poco a poco iban tomando la forma corpórea de doña Lola que , tan hospitalaria como en vida, me ayudó a abrir todas las botellas para que la cata fuese tan completa como la pítima. Ella era así de grande y de simpática , tan buena y humana como pocas. Desde lejos le tiré un beso y me derrumbé , no sé si de la impresión o de la turca , cuando me dijo : " Hombre, Pepe, estas cosas no se hacen. Bien está que bebas , pero que me desordenes los cajones está feo ".
La confesión que el ladrón me hizo no me sorprendió. Tía Lola era capaz de cualquier cosa. Tía Lola era genial.
Aparco con comodidad en la plaza del ayuntamiento y comienzo mis indagaciones preguntándole al propietario del inmueble, mi primo hermano José Joaquín Prieto Álvarez de Toledo, hombre tranquilo donde los haya. Me ratifica lo dicho por los medios de comunicación regionales y nacionales , como si no hubiese cosas más importantes de las que informar, ampliando detalles.
Estaba don José Joaquín tomándose una copa cuando le dicen que en el tejado de su casa paterna hay un hombre fumando un pitillo y que , de pronto, ha dejado de verse. José Joaquín , sin prisas , apura la copa y , sin prisas, se acerca a la casa. Abre la puerta y la cancela y sube encontrándose todo revuelto y las botellas de licor y vinos medio vacías y por los suelos. A su lado , el caco escalador tumbado y borracho hablaba con la lengua tan pastosa y tartamudeante que no había quién lo entendiese.
La versión oficial de los hechos dice que el ladrón accedió al inmueble por la azotea de la casa colindante, o por el tejado, y entró por el soberado de la casa allanada. Viéndola deshabitada pensaría que todo el monte era orégano y, también sin prisas , se tomó su tiempo y se dispuso a pasar un rato en ella a base de alcohol con solera y a fumarse un cigarro en el tejado , tal vez acostumbrado a que cada vez nos pongan las cosas más difíciles a los fumadores , tomando el sol de la primavera sevillana. Terminado el cigarro y las numerosas copas , sigue diciendo el informe oficial, se dirigiría al patio de entrada para , desde dentro, abrir la cancela desde la portezuela donde está el tirador y salir como el que no quiere la cosa y más alegre que unas castañuelas.
Como la casa, como he dicho, lleva algún tiempo deshabitada , el abridor no funcionó y el caco se vió , de forma rápida, entre rejas y con la puerta de acceso al zaguán cerrada a cal y canto , preso antes del juicio. El hombre , aterrorizado ante su situación , volvió a subir al tejado y, desde él , clamar por su rescate intentando cambiar una cárcel por otra. La del destino por la de la justicia , que es más liviana y mejor comida ofrece que las neveras vacías de la trampa en la que había caído . Clamando estaba cuando llegaron las fuerzas del orden para rescatarlo ileso y borracho, coincidiendo con la llegada de mi primo. No hace falta decir que el juez decretó la libertad de tan borrachín y malaventurado ladrón y mi primo , el tranquilo José Joaquín , sin las botellas que en su casa guardaba. Hasta aquí la versión oficial de los hechos.
Conocedor, yo , de que lo oficial apenas tiene que ver con lo real, logré entrevistarme con el caco en una bodega de Utrera de la que es cliente asiduo, y mal pagador, el ladronzuelo. Díjome lo siguiente sobre la cuestión entre copazo y copazo. Díjome la versión cierta y verdadera de lo acontecido, que tanto dista, como siempre, de la oficial.
Mire usted, don Wilhelmus, créase que la cosa fue tal como le voy a decir; y créase que le he pedido perdón a su primo por el desaguisado como , de manera tan cursi dicen los guardias, que cometí en casa de la difunta doña Lola , a quien conocí en vida y de la que sólo puedo decir que me ayudó siempre que le pedía algún dinero para mis pequeños vicios alcohólicos.Era una gran señora en todo. Usted lo sabrá como sobrino que es de ella.
Así es, asentí, antes de que el borrachín continuase con su verdadera versión de los hechos.
Pues mire usted, la cosa fue que me dio por darme un paseo por los tejados ,como el señor don gato de la cancioncilla dice , y estando en ellos me entraron ganas de hacer mis necesidades . Como uno es muy limpio y respeta las buenas costumbres, no me pareció bien hacérmelas en azotea alguna y , aprovechando que la puerta de la azotea de doña Lola estaba abierta, entré y busqué el lugar adecuado para hacer mis deposiciones, se dice así verdad, de forma correcta y aseada. Solventado el tema, ví que había un buen surtido de botellas y , con el descorchador que había en la cocina, empecé la cata. A la media hora, noté unos efluvios distintos a los que acostumbrado estoy y , créame por la gloria de mi mare, don Wilhelmus, observé que las cortinas se inflaban de manera rara y poco a poco iban tomando la forma corpórea de doña Lola que , tan hospitalaria como en vida, me ayudó a abrir todas las botellas para que la cata fuese tan completa como la pítima. Ella era así de grande y de simpática , tan buena y humana como pocas. Desde lejos le tiré un beso y me derrumbé , no sé si de la impresión o de la turca , cuando me dijo : " Hombre, Pepe, estas cosas no se hacen. Bien está que bebas , pero que me desordenes los cajones está feo ".
La confesión que el ladrón me hizo no me sorprendió. Tía Lola era capaz de cualquier cosa. Tía Lola era genial.
1 comentario:
Desde luego, ha sido un caso sonado por lo estrambótico y esperpéntico. Divertido artículo. Un abrazo para ti y otro para José Joaquín.
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