Lo había visto , desde el comedor pequeño del restaurante y mirando tras los cristales de sus alegres ventanales , pasear por la acera del paseo marítimo. Era caballero cubierto al que las personas con las que se cruzaba se volvían a mirarle y remirarle el extraño sombrero de ala ancha en cuyas alas se bamboleaban , con el viento y al andar , una figuritas que parecían no ser de mazapám ni de celofán. Desde la distancia no podía distinguir la matería con la que estaban hechas ni a quienes representaban , pero que su tocado llamaba la atención de los viandantes era tan cierto como que el hombre era de carne y hueso y las figuritas del sombrero muñequitos . Una veintena se alineaba en las alas anchas del sombrero , pudiéndose distinguir las figuras masculinas de las femeninas con facilidad y , si se estaba en posesión de buena vista , torres y monumentos representativos del mundo que habitamos. Entre ellos , forzando la vista , distinguí la torre Eiffel , las del puente de Londres sobre el Támesis , la Giralda y la Bella Escondida de Cádiz . Había otros muchos ornamentos en el sombrero pero mi vista no daba para más. La figuritas humanas no las podía reconocer por el movimiento y la distancia que , cuando me disponía a acortarla acercándome al caballero cubierto y bien trajeado, éste cruzó el paseo y enfiló la puerta de EL RECLAMO DEL GOURMET mientras John Tames y Pepa Sevilla que a su lado estaba los miraban atónitos.
A medida que cruzaba el asfalto fui reconociendo las figuritas y riéndome de sus fachas y de su gracia como muñequitos. El señor se destocó al ver que John y Pepa lo saludaban y , acompañado por la embarazadísima Pepa , entró en el restaurante , sombrero en mano , y tras colocarlo en la sombrerera , pasó al lavabo pidiendo el correspondiente permiso que le di al tiempo que la mano de bienvenida a EL RECLAMO DEL GOURMET .
Desconocía si el señor del traje y del sombrero con complementos adheridos y enhiestos tardaría más o menos en salir de los lavabos porque , de igual forma , desconocía para qué habia entrado. Sin embargo me dispuse a observar de cerca el tocado y , en efecto , comprobé las figuritas que había reconocido desde lejos y reconocí las que mi vista no había podido hacerlo desde la distancia. Se trataba de muñequitos que caricaturizaban las fachas de políticos fachas y no fachas , de boquilla , porque en el fondo todos lo son como el cómico Borrajo dice y dice bien . Yo ya escribí que no volvería a escribir sobre ellos pero lo que oigo lo comento porque hasta ahí pudiéramos llegar. Entre ellos reconocí , pues se trataba de reproducciones caricaturescas plenas de arte y de ingenio , a lo más granado de la política española . Como he prometido no hablar más de ellos no doy nombres , pero al salir de los lavabos el señor del sombrero le pregunté por el significado de las figuritas humanas que adornaban las alas anchísimas del sombrero y me respondió antes de sentarse en un taburete de la barra : ME HE PUESTO A LOS POLÍTICOS POR MONTERA PORQUE YA ESTOY HARTO DE SUS MENTIRAS Y FALSEDADES. DE SU HIPOCRESÍA GENERAL. LOS MONUMENTOS INDICAN QUE TAMBIÉN AL MUNDO. ES LO QUE ELLOS Y ÉSTE MERECEN SALVO ESCASAS EXCEPCIONES. Pidió una copa de manzanilla de Sanlúcar y se sentó en una mesa sin perder de vista su sombrero de ala ancha que tan simbólico era. Entre lo simbólico está , de manera natural , mandarlos a tomar viento fresco para siempre. Se lo han buscado por unas cosas y por otras ; es decir , por todo . Me lo dijo sin que yo le volviese a preguntar nada ni a comentar nada sobre ellos. Que este asunto quede claro. La resposabilidad y las afirmaciones son suyas. Tan ciertas como suyas.
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