Lo recibo y lo hago pasar . Sentados y ante unas cervezas muy frías y unos taquitos de queso de cabra payoya que le he ofrecido y él me ha aceptado gustoso y agradecido me dice como se llama , para qué viene a casa y el porqué de su venida.
He preferido venir a su casa antes de abordarlo en uno de nuestros múltiples cruces por el paseo porque he partido del supuesto de que es usted , Wilhelmus , como escribidor y como persona , hombre hospitalario y buen escuchador de cosas interesantes y malo de majaderías al uso. Teniendo en cuenta su experiencia como entrevistador , ahora para EL PERIODICUS , vengo a pedirle que haga el favor de , a manera de sus entrevistas en las que el entrevistado lleva la voz cantante y usted apenas interroga , decirle cuatro cosas o más de las que ocurren en mi comunidad. Una de ellas , sin dar nombres de quiénes cohabitan conmigo en el edificio , es que la mayoría es gente que no hay por donde cogerla tal como los hechos que le voy a comentar indican.
No solamente tienen la feísima costumbre de no pagar religiosamente o irreligiosamente las cuotas mensuales que les corresponden , sino que suelen algunos , por un quítame allá estas pajas , amenazar con denunciar a la dicha comunidad que yo , accidentalmente , no tengo el honor sino el deshonor de presidir. Los amenazantes son , casualidades de la vida , los menos cumplidores de las normas establecidas y los que provocan , en gran parte , más problemas al resto. Tendría que conocerlos , Wilhelmus , y ver qué pintas de sinvergüenzas tienen desde lejísimos.
Últimanente meten bicicletas en los ascensores estropeándolos , agujereándolos y abollándolos e incluso perros que se mean , porque los perros no hacen pis sino que se mean como usted comprenderá , sin el mínimo recato como animales que son por muy fieles que sean. A veces he llegado a pensar que los charquitos que dejan en los ascensores no son meadas de perros sino de los dueños o dueñas respectivas. Fíjese qué concepto tengo de mi vecindad . Ayer y antes de ayer y otros días próximos anteriores han tomado la criticable costumbre de dejarse las puertas de los citados ascensores abiertas y poner las bolsas de basuras en cualquier lugar del edificio , incluso en medio de las escaleras , en vez de tirarlas en los contenedores correspondientes. Otras fechorías por el estilo hacen los miembros de mi comunidad cuyas reuniones anuales son claro reflejo de su carencia de educación y de civismo. De la gentuza que vive en mi casa que más parece aldea de zulúes que casa como Dios manda. A las advertencias escritas que se les hacen prestan oídos sordos y vista gorda. Ni caso. Le agradecería , terminó diciendo sobre el asunto don Miguelón Del Águila Imperial , que así se llama mi conocido de vista y ya de cierto trato y conversación , que publicase en EL PERIODICUS este monólogo . Tras sus palabras vinieron las mías entre las que estuvo mi consejo : abandone en cuanto antes esa cueva de salvajes . Lo malo que es mala época para ventas de pisos , casas o de lo que se trate de vender. Lo bueno es que le prometo la publicación de sus palabras. Y el queso payoyo , comentó don Miguelón mirando el mar tras las cristalera de la sala de estar y dándome las gracias por la hospitalidad y por todo. Lo acompañé a la puerta y nos dimos la mano quedando en saludarnos cada vez que nos volviésemos a cruzar por las calles. Pobre don Miguelón Del Águila Imperial ...Qué cueva de zulúes y de ladrones es el edificio en el que vive y cuya dirección , por discreción , omito. Comprendo su inesperada visita intentando que yo hiciese públicos los hechos contados. Y muchos me guardo en el tintero también por discreción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario