Y con ella , colocada debidamente , parece un monje rubicundo y pequeñito de la orden franciscana. Un monje contemplativo con su hábito correspondiente aunque no sea monje. Solo lo parece , si bien su admirable forma de ser lo hace digno de santidad . En la terraza está con la trenca sin protestar del frío que está haciendo y que tiene a los viejos recluidos en sus casas como si monasterios fuesen. La vida monacal , parecida a la suya , tiene sus atractivos que no son pocos y su indudable espiritualidad muy semejante a la de nuestro querido Titín que sigue escrutando las fases de la Luna y pensando siempre .
El frío que aparta de la terraza , cuando se abre , a Emilú y que , hasta ahora, huye de él como gato escaldado del agua fría . Por ello creo que éste es el motivo principal del poco trato que , aunque otros haber pudiera , han hecho que Emilú y Titín no hayan hecho aún muchas ligas. Creemos en casa que cuando el frío se atenúe las relaciones entre Emilú y Titín , cito a la gata por cortesía la primera , se establecerán con vínculos fuertes de amistad y buenas relaciones ; relaciones fraternas que causarán que Titín la vigile y advierta que subirse al pretil de la baranda de la terraza , por mucho que a Emilú pueda distraerla , encierra cierto peligro de caída a la calle y sus probables consecuencias aunque se diga que los gatos tienen siete vidas. El número de vidas , aunque los años de vida media se conozcan , nadie lo sabe de los gatos , de otros animales , ni del propio hombre.
Ahora mismo Emilú observa a Titín desde nuestra sala de estar como observa , otras veces , a los pajaritos que ve volar o aletear desde la ventana del cuarto de Carmen niña sin quitarle ojos de encima. Es probable que lo extrañe con su trenca protectora del frío sureño y también es probable que ansíe husmearlo con su abrigo de monje que , también es probable , le recuerde a los monjes desde cuyo monasterio vino en una noche lluviosa y ventosa . Desde luego Títin siempre ha mostrado caracteres contemplativos y serenos que tan poco abundan entre el común de los mortales . La serenidad parece haberse perdido en el mundo actual , al igual que la paciencia , en aras de las prisas y de la inmediatez de las cosas. La inmediatez se ha convertido en una necesidad malsana y se ha olvidado que cada cosa , como el habituarse Emilú a la terraza y a Titín , requiere su tiempo como todo. Casos conozco de gente que ha tenido prisa hasta para morirse y no precisamente por su forma accidental de hacerlo sino por simple curiosidad en conocer qué encontrará tras ella. En lo referenete a este asunto sólo puede comentar el escribidor que , si bien no cree que tengamos siete vidas como los gatos , al menos le gustaría que hubiese otra vida eterna fuese de la forma que fuese ; a preferir buena.
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