Me llama don Felipe Delgado diciéndome que de Islandia, nada. No me coge de sorpresa la prohibición . En un buen berenjenal podría meter al periódico si abordo la cuestión con la independencia y objetividad que me caracterizan. Acato su deseo y, aprovechando que está al otro lado de la línea telefónica , le pregunto sobre lo de Bin Laden . Lo hago desde mi calidad de único entrevistador del buscado, y ya encontrado, responsable máximo de la barbarie sobre las torres gemelas norteamericanas.
Está que trina con la forma de darle caza y con la forma de hacerlo desaparecer de la faz de la Tierra. Me sugiere que haga una investigación al respecto y sobre la personalidad , según él esquizoide, del entrenador del Real Madrid. Sobre la marcha le digo que no me parece esquizoide y el dice que sí : que por lo menos es así y , por lo más, paranoide.
Sin contradecirlo de manera directa le argumento que tan sólo creo que es un soberbio engreído y vanidoso , aunque no enano , como cantaba la chiclanera doña Rocio Jurado allá por los años iniciales de la década de los ochenta del pasado siglo. Para qué habré dicho nada. Don Felipe Delgado me tararea la canción y noto que, al terminar, se engola y engorda cual pavo real de sitio regio. A continuación me canta , entera , COMO UNA OLA , y tras ella , imita a Ortega Cano cantando qué contentito estoy. Al punto , casi enlazándolo sin tomar aliento , se entona unos fandangos de Huelva y unas alegrías de Cádiz. Lanzado , canta sevillanas de María del Monte , que raices cazalleras tiene y , cuando creía que se habría cansado , oigo que imita la melodiosa voz de Jorge Sepúlveda, cantante de la época juvenil de mis padres , aludiendo a un camino verde que va a la ermita. Sin pausa , pasa a Manolo Escobar mezclándolo con Lola Flores y con un zapateado que me recuerda a Farruquito el conductor y atropellador sin carnet . Separo el auricular , hablamos desde teléfono fijo, de mis órgano auditivo derecho , es decir de mi pabellón auditivo u oreja y oigo , de forma menos estridente, que canta jota seguida de una muñeira a la que sigue un fado para terminar diciendo VIVA LA FEDERACIÓN IBÉRICA . AL FIN CAYÓ BEN. Creo que está borracho de alegría y de copas tan variadas y rebujadas como el recital que me ha largado. Cuelgo y decido no decir ni pío de lo escuchado. Mañana será otro día y no se acordará de nada. He descubierto el punto débil de mi nuevo director. Bueno es saberlo. Somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. Ben ya nunca será esclavo de nadie pero guardará silencio eterno. Espero que sus seguidores no cometan más barbaridades por muy enemigos que sean de occidente. No todos los occidentales somos iguales. Ni mucho menos. Demos gracias a Dios.
Está que trina con la forma de darle caza y con la forma de hacerlo desaparecer de la faz de la Tierra. Me sugiere que haga una investigación al respecto y sobre la personalidad , según él esquizoide, del entrenador del Real Madrid. Sobre la marcha le digo que no me parece esquizoide y el dice que sí : que por lo menos es así y , por lo más, paranoide.
Sin contradecirlo de manera directa le argumento que tan sólo creo que es un soberbio engreído y vanidoso , aunque no enano , como cantaba la chiclanera doña Rocio Jurado allá por los años iniciales de la década de los ochenta del pasado siglo. Para qué habré dicho nada. Don Felipe Delgado me tararea la canción y noto que, al terminar, se engola y engorda cual pavo real de sitio regio. A continuación me canta , entera , COMO UNA OLA , y tras ella , imita a Ortega Cano cantando qué contentito estoy. Al punto , casi enlazándolo sin tomar aliento , se entona unos fandangos de Huelva y unas alegrías de Cádiz. Lanzado , canta sevillanas de María del Monte , que raices cazalleras tiene y , cuando creía que se habría cansado , oigo que imita la melodiosa voz de Jorge Sepúlveda, cantante de la época juvenil de mis padres , aludiendo a un camino verde que va a la ermita. Sin pausa , pasa a Manolo Escobar mezclándolo con Lola Flores y con un zapateado que me recuerda a Farruquito el conductor y atropellador sin carnet . Separo el auricular , hablamos desde teléfono fijo, de mis órgano auditivo derecho , es decir de mi pabellón auditivo u oreja y oigo , de forma menos estridente, que canta jota seguida de una muñeira a la que sigue un fado para terminar diciendo VIVA LA FEDERACIÓN IBÉRICA . AL FIN CAYÓ BEN. Creo que está borracho de alegría y de copas tan variadas y rebujadas como el recital que me ha largado. Cuelgo y decido no decir ni pío de lo escuchado. Mañana será otro día y no se acordará de nada. He descubierto el punto débil de mi nuevo director. Bueno es saberlo. Somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. Ben ya nunca será esclavo de nadie pero guardará silencio eterno. Espero que sus seguidores no cometan más barbaridades por muy enemigos que sean de occidente. No todos los occidentales somos iguales. Ni mucho menos. Demos gracias a Dios.
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