Escribo desde el hotel Supreme . Un indio , esta mañana , se me ha acercado y reconociéndome me ha comentado , de manera confidencial ; tanto que me lo dijo al oído en un castellano comprensible lo siguiente : don Willhelmus , traigo noticias y pescado frescos. Vayamos a aquél sofá tras la columna dórica que hay a la izquierda de recepción que es lugar más discreto y menos aireado. Obedezco y saco de mi cartera papel y bolígrafo para anotar lo que el hindú no musulmán y sí sincretista me dice de forma queda : tengo una edición del Kamasutra del siglo XVII cuyo valor es incalculable y cuyas ilustraciones no atentan al decoro de las personas. Se la puedo ofrecer por diez mil rupias negociables. No me interesa la bibliografía de carácter sexual , le digo . A renglón seguido me ofrece un ejemplar del Ramayana o Mahabharata , muy barata y otra , de superior precio , de la Hitopadeza en ediciones datadas con numeración romana, lo que aún le presta mayor originalidad, en el año de gracia de 1.248 , el año de la conquista de Sevilla por el Rey santo Fernando III de Castilla y de León o a la inversa. Tanto monta , monta tanto don Fernando el santo como doña Beatriz de Suabia , la Stauffen , padres del ínclito don Alfonso X , el sabio , al que la ciudad de Sevilla no dejó. Cuando oigo el precio de Hitopadeza, me llevo las manos a la cabeza y le digo al sincretista si creee que soy futbolista o dentista , político o , simplemente si presento algo en alguna cadena de televisión , la gente que gana dinero a espuertas sin hacer cosas del otro mundo. Venga hombre , prosigo, no estoy aquí por aficiones literarias aunque conozca las obras maestras de las que me habla , sino en misión periodística de altos vuelos.
¿ Y pescado, quiere ? ., me responde sin molestarse , aunque quien se molesta soy yo. Creí que me daría alguna pista sobre dónde está Laden y me viene ofreciendo buena literatura hindú a precios prohibitivos para mi modesto bolsillo y unos pescados cuyos ojos gritan que llevan varios días fuera de su ámbito natural , el agua.
No, no señor me dice. Son frescos de hoy es que son tristones como por aquí los llaman.
Llorones , respondo volviéndoles a mirar los ojos , y pestosos. Guárdeselos en la cesta y no me importune más , hombre de varios dioses.
Bueno, bueno. No se enoje don Wilhelmus. Si no me enojo, hombre ,pero es que está uno esperando alguna noticia sobre el caso que hasta estas lejanas tierras me trae y se presenta usted intentando venderme , con gran sigilo, pescado podrido, diga usted lo que diga.
Pescado y buenos libros a buen precio. Lo de buen precio lo dirá usted como debe decirme todo lo que sepa sobre el vil asesinato y nada más , que para eso se le paga y defiende de los servicios de inteligencia a capa y espada. Váyase y ponga oídos en las paredes que las paredes oyen y cuando sepa algo nuevo venga. No pienso comprarle nada aunque se trate de una ganga. Lo único que me interesa son noticias sobre cómo se produjo el ominoso hecho y en qué lugar del Índico arrojaron el cadáver de la víctima o , en caso de no ser así , en qué avión lo han transportado a los Estados Unidos o a dónde sea. Quiero saber la verdad sobre lo acaecido y nada más.
Si me he enojado algo, perdón le pido. Comprenderá que tenga los nervios a flor de pie. No hay nada que perdonarle y sí, mucho , que agradecerle , me respondió con nobleza el hindú espía , de nombre Puna y de apellido Smith. Algo de humor inglés tiene como su apellido revela.
Una vez que Puna se hubo marchado volví a sentarme en el sillón de mimbre en que estaba y pedí un whisky con hielo. Puna me había dejado el ánimo helado con las ilusiones que me había hecho cuando lo vi entrar hablándome al oído. Aunque las ofertas literarias eran interesantes, no era eso lo que esperaba y sigo esperando.
¿ Y pescado, quiere ? ., me responde sin molestarse , aunque quien se molesta soy yo. Creí que me daría alguna pista sobre dónde está Laden y me viene ofreciendo buena literatura hindú a precios prohibitivos para mi modesto bolsillo y unos pescados cuyos ojos gritan que llevan varios días fuera de su ámbito natural , el agua.
No, no señor me dice. Son frescos de hoy es que son tristones como por aquí los llaman.
Llorones , respondo volviéndoles a mirar los ojos , y pestosos. Guárdeselos en la cesta y no me importune más , hombre de varios dioses.
Bueno, bueno. No se enoje don Wilhelmus. Si no me enojo, hombre ,pero es que está uno esperando alguna noticia sobre el caso que hasta estas lejanas tierras me trae y se presenta usted intentando venderme , con gran sigilo, pescado podrido, diga usted lo que diga.
Pescado y buenos libros a buen precio. Lo de buen precio lo dirá usted como debe decirme todo lo que sepa sobre el vil asesinato y nada más , que para eso se le paga y defiende de los servicios de inteligencia a capa y espada. Váyase y ponga oídos en las paredes que las paredes oyen y cuando sepa algo nuevo venga. No pienso comprarle nada aunque se trate de una ganga. Lo único que me interesa son noticias sobre cómo se produjo el ominoso hecho y en qué lugar del Índico arrojaron el cadáver de la víctima o , en caso de no ser así , en qué avión lo han transportado a los Estados Unidos o a dónde sea. Quiero saber la verdad sobre lo acaecido y nada más.
Si me he enojado algo, perdón le pido. Comprenderá que tenga los nervios a flor de pie. No hay nada que perdonarle y sí, mucho , que agradecerle , me respondió con nobleza el hindú espía , de nombre Puna y de apellido Smith. Algo de humor inglés tiene como su apellido revela.
Una vez que Puna se hubo marchado volví a sentarme en el sillón de mimbre en que estaba y pedí un whisky con hielo. Puna me había dejado el ánimo helado con las ilusiones que me había hecho cuando lo vi entrar hablándome al oído. Aunque las ofertas literarias eran interesantes, no era eso lo que esperaba y sigo esperando.
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