Un blog con el nombre que tiene y que no se menosprecie debe recoger el hecho con el que titulo la entrada, el epígrafe bajo el que el escribidor escribiente y escribano pero sin alcanzar la categoría de escritor escribe. Tanto más cuando en él se recoge mi primera y hasta ahora única subida a la Bella Escondida de Cádiz.
Recojo hoy los recuerdos que guardo de mi primera subida al más alto minarete que los almohades construyeron en Isbilia . Los recuerdos que guardo de mi ascensión al cielo de Sevilla de la mano de mi padre. Habiá amanecido un día luminoso de primavera en la ciudad y mi padre, sin esperar yo la propuesta , me dijo que íbamos a subir a la torre , por entonces , más alta de la ciudad. Digo por entonces porque aún no se acercaba al cielo sevillano la torre Pelli , la Giralda de Triana como yo la llamo sin ningún ánimo de entrar en discusiones sobre las torres de Sevilla ni de sitio alguno porque discutidor no soy Está de más decir que la propuesta , más que propuesta decisión unilateral , fue recibida con ilusión por mí. La veía a diario desde casa y subir hasta el campanario me parecía una aventura digna de acometer. Algo que deseaba desde que tuve uso de razón y despuntaba mi curiosisdad .
Atravesamos , andando , una Sevilla de mediados de la década de los cincuenta del pasado siglo en la que aún se podía ver algún carro que otro tirado por burros o mulos que yo ya sabía distinguir por las lecciones que sobre equinos me daba mi abuelo Pepe Pineda cuando estábamos en el campo. Con seis o siete años ya sabía diferenciar un burro de un mulo y de un caballo , también de una cebra porque los niños de antes, aunque se crea lo contrario , conocíamos la realidad mejor que los de hoy . Conocíamos una realidad alejada del conocimiento virtual y banal de hoy aunque el General Franco gobernase , a su manera dictatorial, en España. Una cosa no quita la otra .
Al pie de la Giralda , vi los coches de caballos tan típicos de la ciudad , las piedras romanas con inscripiciones con las que la torre arranca de sus cimientos y olí el azahar que explotaba en el patio de los naranjos de al lado. . A su pie miré hacia arriba y me pregunté si aguantaría la subida próxima que anhelaba . Comenzamos la ascensión al cielo subiendo las primeras rampas , pasando los años conocería que el sistema arquitectónico de subida era el de los zigurats mesopotámicos , con fuerza suficiente en las piernas y alegría en el corazón pués no se me iba por alto que lo que estaba haciendo sería recuerdo imborrable en mi vida .
Mi padre me advertía que no me separara de él y cuando me paraba en los protegidos vanos para ver a la gente, cada vez más pequeñita viéndola desde arriba, no me quitaba ojo de encima Era media mañana y nos cruzamos con pocos turistas y con menos indígenas. Entre aquellos recuerdo a una pareja de tez aceitunada y ojos negros , vestida de forma estrafalaria al menos para mí , niño de siete años por entonces , y miré a mi padre sin decir nada. Él me dijo : son indios de la India. Claro , pensé yo , qué cosas dice mi padre : si son indios serán de la India. Aún desconocía , el niño que fui , que América , antes de así llamarse , era conocida como las Indias Occidentales. Al llegar al cuerpo de campanas , mi padre me alzó entre sus brazos y , tras haber alcanzado el cielo de Sevilla , azul y luminoso , me mostró el redondel irregular de la Maestranza , el bosque del parque de María Luísa . las espadañas de los campanarios de las iglesias más relevantes de la ciudad cuyos ciudadanos me parecieron hormiguitas zigzagueando de un lado para otro sin saber , con seguridad , adónde ir pero yendo de un sitio para otro. Vi los techos y tejados de Sevilla y el suelo de Sevilla, las tierras que rodean la ciudad y el Aljarafe ; el río , vi lo dicho e intuí otras muchas cosas. Mi primera subida a la Giralda significó el descubrimiento íntimo de tan bella torre no escondida , de mi ciudad y del mundo. Del viejo mundo en el que sigo descubriendo cosas y admirándome de algunas. A otras , les temo porque son de temer. Fue mi primera subida. Después vendrían muchas más y apreciaría todavía mejor la belleza de la torre y de la ciudad a las que tantos piropos merecidos se le han dedicado , si bien unos mejor dichos que otros porque hay gente para todo. Por lo mismo , no digo más sobre la Giralda y sobre Sevilla ...
A.B.C. INTERESTELAR ME HA PEDIDO QUE LE ENVÍE MIS RECUERDOS DE TERRÍCOLA HISPALENSE Y ASÍ LO HAGO.
3 comentarios:
Muy bonito, primo. Me ha recordado el relato corto de Adelaida García Morales, El Sur, en la que se basó Víctor Erice para hacer aquella obra maestra del cine, en que los dos protagonstas suben a la Giralda, y dicen "En un lugar como este, más o menos, debió de aparecerse el diablo a Cristo cuando le dijo: Si postrándote ante mí me adorases, yo te daría todos esos pueblos que ves, con sus riquezas y tesoros"´. Un minarete impresionante sin duda.
Abrazos J&P
Muchísimas gracias a los dos por el comentario. Vi el Sur , de Erice , pero no conocía el relato de Adelaida García Morales al que aludes.
Abrazos nuestros. Guillermo
Sí, yo también recuerdo mi primera subida a la Giralda, no me quería bajar, estaba completemente embelesada con las vistas, me impresionó tanto que tengo en mis retinas, pese a los años transcurridos, la inolvidable visión. Después vinieron otras más y en cada una iba germinando mi cariño y admiración por nuestra Sevilla.
Me gusta esta entrada, enhorabuena.
Saludos.
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