Y lo hace prestando sus servicios a la puerta de una garita desmontable , impermeabilizada , con aire acondicionado , frío o caliente en su interior , y con aspecto de cabina de teléfonos londinense para que se sienta como en casa. Como cuando trabajaba como bobby junto a la verja del palacio de Buckingham. Como cuando trabajaba en la mía , a la izquierda del lugar desde en el que escribo con frecuencia y me miraba con sus ojillos de inquisidor inglés , de soslayo , como queriendo decirme algo pero sin decírmelo. Para que se sienta cómodo y en su sitio de vigilante particular más que de mayordomo.
En realidad , todos los compañeros de EL RECLAMO DEL GOURMET , ante su discreción , ejemplar comportamiento y saber estar no sabían dónde ponerlo y yo decidí que su lugar es el que se le ha terminado asignando. Cada uno , aparte de ocupar un lugar en el espacio , tiene un lugar en la vida y debe saberlo y respetarlo sin salirse de él. Sin salirse de su tiesto o , en el caso que me ocupa , de su garita en forma de cabina telefónica inglesa. Algo parecido al dicho que dice que , de noche , en este caso no tanto , cada mochuelo a su olivo. Lo del dicho que dice , como se comprenderá , es un decir.
Desde su privilegiado lugar , John Tames no solo vigila sino que en cuanto se huele que algún cliente ha nacido en El Reino Unido de la Gran Bretaña o parla la lengua inglesa aunque sea de la gran puñeta ( éstos son cada día más numerosos ) , los saluda , con marcialidad , en la antedicha lengua. Este mediodía , cuando vio a mi primo José Joaquín Pineda , ursaonense pero procedente de la Imperial ciudad de Toledo de donde venía de casar a su hija Cristina a cuya boda no he podido asistir por motivos personales respetables, lo confundió ; confusión que puede producirse , dada la blancura de la piel de José Joaquín Pineda Calle y su rubia cabellera , con un paisano suyo y tras rendirle pleitesía y dirigirse en su idioma a mi primo , lo acompañó hasta el comedor en el que yo estaba dándome una agradabilísima sorpresa. Sobra decir que mi primo nos acompañó , a Arturo Pérez y Pérez y a mí , en el viaje al planeta rojo aunque hoy venía a ponerse verde , de todos los colores y las botas , al restaurante de don Justo justamente. Es lo que cualquier buen padre , y él lo es , debe hacer tras casar a una hija . De igual forma sobra decir que la presencia y estreno de José Joaquín en EL RECLAMO nos produjo una alegría tan sin par como lo era Dulcinea para don Alonso Quijano. De inmediato los llevé , a él y a Mari Casti su mujer , a la cocina y les presenté a Godofrito Malagamba. Sobra también decir que a don Justo y a doña Justiniana , cuando aparecieron por el comedor , asimismo presenté a mis primos. Don Justo , haciendo honor a su nombre y a su repleto bolsillo , los invitó a almorzar tras decirme que llamase a Carmen-carminis para que compartiese nuestra alegría por unas cosas y otras. Lo hice y , al pasar por la garita telefónica en la que estaba John Tames , ella se quedó de una pieza y él , aunque impertérrito , sonriente. Al fin y al cabo estaba a nuestro servicio hasta ayer y sabe que cada quisque tiene su sitio y no debe salirse de su tiesto o de su lugar por muy desmontable que sea cual es la garita-cabina que le hemos asignado a las puertas del restaurante. En la terraza que vistas al mar tiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario