Un recalcitarnte hace perder la compostura y los nervios al más pintado y como John Tames tiene sangre de pictos en sus venas , la perdió. Yo también la hubiese perdido ante mamarracho semejante como el que , sin motivo , arremetió contra el señor Tames mientras cumplía su deber en su garita de EL RECLAMO DEL GOURMET . Los hechos ocurrieron de forma tan inesperada como absurda. Así :
Pasó por su lado un energúmeno , anglófobo y radical , sin cabeza ni preparación alguna y le espetó , de improviso , que era un mal nacido por haber nacido en la Gran Bretaña. John hizo oídos sordos una y otra vez ante la reiteración de las infamias que el energúmeno le decía. Impertérrito , continuaba mirando el mar y el buen tiempo que había vuelto a la playa de Cádiz abriéndola a los bañistas tras la desaparición , por unos motivos y otros , de las carabelas portuguesas. Incluso llegó a culparlo de la aparición y permanencia de éstas en las aguas gaditanas convirtiéndolas en malas. Impávido seguía John hasta que el animal , uno de los abundantísimos que pueblan Cádiz , Andalucía y la Humanidad , le dió un empellón tratando de que el Bobby reaccionara. Lo consiguió a la quinta vez y tras darle un manotazo que le derribó su alto sombrero porque cualquier paciencia tiene un límite y la del exguardián del palacio de Buckingham se colmó.
Fue cuando el señor Tames propinó al taimado y recalcitrante hombre maduro que lo insultaba no un empellón sino tal puñetazo que le hizo saltar dos dientes de aquella boca vociferante e injusta que tales improperios e insultos le había dedicado con reiteración insaciable. El hombre lloriqueó con cobardía y continuó insultando y desbarrando contra el paciente John que había perdido la paciencia y los nervios. Menos mal que don Justo de la Justicia Grande se hallaba en el restaurante y pudo dar fe , como mero testigo , de lo allí ocurrido y de lo que el energúmeno seguía diciendo lleno de odio y sinrazón ; carente del mínimo conocimiento , preparación y educación Ni todos los españoles somos como el hombre que se ensañó con John ni iguales ante la ley se diga lo que se diga y se quiera decir aunque cada uno diga lo que le parece sin saber qué dice como el hombre que perdió dos dientes al hacer a John perder la paciencia con toda la razón por su parte. Atendimos al maldiscente o maldicente como mandan los cánones del buen corazón pero no le dimos la razón. Godofrito Malagamba , Arturo Pérez , las monísimas camareras del restaurante y yo se la dimos , en nuestras testificaciones , a John Tames el paciente inglés con sangre escocesa , de pictos , en sus venas .
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