Íbamos a quedar citados en la notaría tras haber transferido Tania la cantidad de la que se habló en la venta a la cuenta de Emilio Escocés Escocido , el ogro , y yo . La cita hubo de atrasarse por el excesivo trabajo que el notario tenía . Así que , con el todavía dueño del local , el citado Emilio , fui a ver por dentro el antiguo restaurante llamado EL BOQUERÓN FRITO. Nada más abrir la puerta , lo que yo había intuido pasó a ser realidad . El que había sido restaurante presentaba un aspecto desolador y deprimente , lo que me hacía falta , oliendo a humedad de una manera desagradable ; y a cerrado . Era evidente que el cierre se había producido hacía tiempo pero el escribidor , que nunca lo había visitado para tomarse una copa por el olor a aceitón que despedía ; al encontrarse mal salía poco a pasear y no había reparado en el cierre . Le cedí el paso a Emilio el ogro y , a renglón seguido pasé yo . Lo primero que vi fue un cartel de Emilio el Moro con su inseparable guitarra. Era lo único que quedaba de la decoración pero era suficiente para hacerse una idea de lo que en las paredes podía haber estado colgado. Creo que la imagen de Emilio el Moro era de lo mejorcito que allí hubo y , tal vez por lo mismo , había sido respetado cuando se desmantelaron las mesas y la decoración del local. Emilio el ogro , sin decir ni mus ni abrir la boca para nada , pasó a la cocina cuyos útiles no estaban en mal estado pero sus paredes estaban desconchadas . Miré hacia arriba y observé una grieta en la pintura que , es probable , pudiera deberse al calor y a la mala ventilación , pues solo existía un viejo extractor y un ventanuco que daba a la parte trasera del edificio . ¡Pobres cocineros ! , pensé al momento . Los lavabos aparecían mugrientos y el inodoro parecía de los años setenta . Total : que había que reformarlo todo porque el local estaba impresentable . Ni Emilio el ogro ni yo hicimos comentarios pero era evidente que la expresión de mi cara no indicaba nada más que sorpresa y desazón ante el estado de la cosas .
La cerradura de la puerta de entrada tampoco se hallaba muy católica , pero cerraba . Menos mal . La impresión que el interior del antiguo BOQUERÓN FRITO me dio , resultó , como más arriba dije : deprimente . Buen dinero habría de desembolsar quien fuese para , al menos , adecentar aquello. Y ése quien fuese no era otro que el ogro , que no mostró inconveniente alguno tal vez por el elevado precio por el que lo puso en venta y lo vendió.
Al llegar a casa , llamé a Tania y a Gualterio para comentarles la mala impresión que el local me había causado y el abandono en el que se hallaba , haciéndoles saber que Emilio Escocés , a quien yo apodaba el ogro por sus comportamiento displicente , se había comprometido a arreglar todo y a ponerlo en condiciones para venderlo en mejor estado . A Glaukopis , con anterioridad , le había comentado lo mismo . Sin hablar de cantidades de dinero porque es asunto de mala educación, si he de escribir que éstas serían elevadas como el edificio , de diez plantas , en cuyo bajo estaba el local que , si Dios quiere , habría de inaugurarse algún día con el nombre de LA CIGALA FRESCA. Esperando que así sea , corto por ahora la narración porque no tengo más que decir , de momento , sobre la marcha del papeleo que toda apertura implica . Papeleo y más que papeleo . Dudo de que yo pueda gestionarlo solo y sin pedir ayuda a mi mujer . Todo el mundo que lea este blog conoce los motivos y el porqué de mis limitaciones actuales , que me impiden hacer muchas gestiones solo
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