Grato y , por la parte que me corresponde , amistoso. Paseaba el escribidor por la orilla del mar cuando, a lo lejos , me pareció que aquellas dos figuras que en dirección contraria a la mía , que era oeste a este , marchaban y charlaban eran , una la de don Eutiquio ,y otra la de don Secundino. En bañador , o traje de baño como don Alfonso Ussía diría aunque de trajes nada tienen sobre todo algunos femeninos , no era fácil reconocerlos desde lejos pero yo con mis gafas me avío bien. En realidad , aunque en el ojo derecho tengo una mácula , las dioptrías no me han aumentado . Son las mismas con las que me libré de la mili o servicio militar : cuatro . Aunque dicen que con la edad disminuyen las dioptrías no es mi caso. A medida que la distancia entre ellos y yo disminuía , pude observar que también los dos me habían visto . Éramos pocos los paseantes y ambos tenían buena vista y buen oído. Al encontrarnos , me salió , sin pensar y a manera de recibimiento , hacerlo recitándoles el inicio del Romance del Conde Arnaldos. Ciertamente paseábamos por las orillas del mar y , a lo lejos , vimos un barco de pesca que a tierra quería llegar y a un marinero que parecía cantar mientras la mar y los vientos permanecían en calma . Dije solo la parte primera del romance porque entero no lo sé y pudiera cargarme su musicalidad .
Ellos me respondieron dándome , al unísono , los buenos días y diciéndome que verme pasear era señal de mejoría ; mas yo les respondí que la procesión iba por dentro. Yo cambié de dirección y tomé la de ellos , que era este a oeste y continuamos paseando los tres por la orilla con amena conversación que a continuación paso a resumir :
Dijo don Eutiquio que Cádiz , ciudad a la que teníamos enfrente y a lo lejos y en la que los tres vivimos , a pesar de ser una de las cunas del flamenco y de los toros bravos, era la ciudad menos andaluza de Andalucía en lo referente al trazado de su parte antigua ya que éste no era árabe sino cristiano y dieciochesco. En efecto , la razón le asistía porque en época musulmana la ciudad no era más que una aldea de pescadores. Después , tras la conquista llevada a buen fin por los Reyes de Castilla y de León , don Fernando III , apodado el santo , y su hijo y sucesor don Alfonso X , apodado el sabio , a mediados del siglo XIII sería , poco a poco , otra cosa como urbe, alcanzando su esplendor en los siglos XVI y sobre todo XVII y XVIII. Parece que fue el citado Rey don Alfonso X , apodado el sabio , el primero que valoró su envidiable situación como puerto pesquero.
Don Secundino y yo , que la razón le dábamos , apuntó que , no obstante , por la gracia que en ella había , sí podía ser considerada como andaluza y muy andaluza.
Apostilló el escribidor , que hacía oficio de oidor , que lo de la gracia era cierto pero que se perdía cuando el gaditano se la daba de gracioso.
A renglón seguido volvió a tomar la palabra don Eutiquio y dijo que el trazado de la ciudad le recordaba al de algunas ciudades italianas , tal vez debido a la abundancia de italianos atraídos por el comercio boyante que se hacía con Indias. Apostillé , volviendo a dejar el escribidor el oficio de oidor que hacía y trocándolo por el de decidor , que de ello , según mi buen saber y entender , no cabía la menor duda.
Hablando no nos dimos cuenta de que acabábamos de dejar atrás las murallas del Fuerte de La Cortadura , ya que la marea estaba baja , y paseábamos , por la playa , a la altura del edificio PRINCICÁDIZ , tan conocido en la ciudad.
Encuentro agradable donde los haya en cuanto que tanto don Eutiquio como don Secundino son personas cultas aunque no cleras pero sí claras. Encuentro agradable y reconfortante el que tuve durante mi paseo por la playa de la Victoria .
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