Arturo sin Ninette y yo con Glaukopis , acompañados de Tania y de Alterio y por cuatro personas más, nos lleva desde el aeropuerto de Jerez al norte de África . El vuelo se desarrolla sin incidencias como esperábamos viendo y observando la cordillera de el Atlas , del alto Atlas con su mayor altitud , el monte Toubkal , y la ciudad de Marraquech desde el cielo nuboso . Para ello , Arturo tuvo que descender casi en picado porque una tormenta de arena procedente del Sahara se acercaba . Demostró en esta maniobra y en más que sigue siendo un experto y bajito piloto que sería capaz de llevarnos al planeta rojo , si el que pilotase LA CUCARACHA VOLANTE , probablemente un Martini , se sintiese indispuesto , o por alguna otra contingencia ; sin problemas . Ahora bien , no es lo mismo pilotar una nave terrestre que una procedente de Marte. Diferencias , y muchas , existen entre ellas , siendo una la rapidez de desplazamiento . Durante el paseo que dimos en avión pudimos extraer , cada uno la suya , las impresiones que nos causaba la cordillera y el propio Marruecos . Recordamos , los de más edad , el tiempo del protectorado español en su parte occidental , el terremoto de Agadir y las bailarinas marroquíes que de forma tan voluptuosa y graciosa interpretan la danza del vientre . Las mujeres recordaron a los derviches giróvagos huidos de Turquía y asentados en aquella zona aunque sedentarios y no nómadas como los camelleros y los camellos que también vimos desde las alturas.
Vimos también , a través de las ventanillas del avión que más parecía avioneta que avión , pero que avión era por su potencia , algunos oasis y a mujeres lavando la ropa como hasta hace medio siglo o menos las españolas lavaban las ropas en los ríos peninsulares o en las corrientes de agua.
Arturito resultó , el escribidor viajero desconocía el hecho como otros muchos que desconoce , que era amigote de Pepe Ícaro y de las Nubes . Nos lo confesó al atravesar un mar de nubes y nos dijo que era un gran piloto español del ejército del aire que conoció con posterioridad a nuestro primer viaje a Marte y al que le habló de su afición al escocés que había cambiado por la ingesta de manzanilla de Sanlúcar, lo cual le había beneficiado en gran manera al tener menos graduación alcohólica .
Tras empinar el codo con una botella de manzanilla en la mano , giró cual derviche , y puso rumbo a Jerez donde tomamos tierra . Después , y por sugerencia de Arturo , nos fuimos a Sanlúcar de Barrameda , bella ciudad en la que el Guadalquivir desemboca ,y en la que todos los viajeros catamos unas manzanillas de lujo. Tan de lujo como el inesperado y rápido vuelo que habíamos hecho a manera de preparación del gran vuelo que el escribidor continúa preparando .
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