El escribidor , de lo poco que sabe , es que entradas pendientes tiene . Me acuerdo , en un santiamén , de aquella que giraba en torno a unas clases de Historia que iba a explicar a distinguidos alumnos . Algunas por la playa ; es decir , peripatéticas por los arenales cuando buen tiempo hiciese .He dicho peripatéticas y no patéticas aunque algunas lo pudiesen ser. Los días en que hiciese frío o lloviese , las explicaría en casa . Cuando me haya recuperado intentaré , otra vez , explicar la Historia de España a mi saber y entender , que no sé si será bueno o malo pero independiente sí , a aquellos alumnos distinguidos o a otros nuevos. El ataque de la depresión me impidió explicar las citadas clases . Mas no era de este asunto del que pensaba escribir sino de un carromato que pasó ayer por la calle . Salí a la terraza porque formaba gran ruido con sus ruedas sobre el asfalto . Y al verlo , me recordó los carros antiguos que rodaban por las calles de las ciudades cuando aquellas eran de tierra y no estaban adoquinadas ni asfaltadas . Mas no fue el ruido proveniente del carromato lo que más atención me llamó sino su toldo y las personas que se asomaban al pescante más el extraño color o capa de los caballos de tiro. Uno era verde y otro azul , según Glaukopis me dijo , porque yo soy algo daltónico. Glaukopis salió de la terraza extrañada de los colores de las capas de los caballos y yo , con rapidez , pensé que no eran las verdaderas capas , sino que habían sido pintados ; y me quedé mirando al cochero y a sus acompañantes . Se trataba de gente agitanada que de gitanos nada tenían . Hombre solo era el conductor del carromato siendo las demás mujeres y una de ellas , la mayor , que cuarenta años tendría , muy guapa. Pregonaban la venta de todo tipo de artilugios , que supongo estarían bajo el toldo de color negro . Vendían desde tijeras rotas hasta sombreros ajados y cartas mugrientas que por infinidad de manos habrían pasado y de multitud de hechos habrían sido testigos. Tablas de planchar , zapatos , medias de cristal o de lana , calcetines de diversos colores que especificaban , repuestos de coches tales como retrovisores , hojas de papel , ojos ortopédicos y bombas sin explotar . Estando la mujer guapa pregonando que llevaba bombas , una de ellas explotó y se lió la de san Quintín en el barrio.
Aunque de forma milagrosa no hubo heridos , una ambulancia se llevó a la mujer , supongo que al hospital , para que le hiciesen el preceptivo reconocimiento ; mientras las demás y el cochero del pescante seguían pregonando el material que intentaban vender por las buenas o por las malas tal pude comprobar cuando un hombre se acercó al extraño carromato y , con muy malas formas , la más joven de las mujeres vendedoras le propuso besarlo y amarlo si compraba algún objeto de los que llevaban. . El hombre adquirió un par de tijeras sin afilar y entró en el carromato ... Pasados unos diez minutos volvió a salir coincidiendo su salida con la vuelta de la mujer guapa y con la agitanada joven con la que , supongo , el amor haría. Después , el carromato continuó con su lenta marcha y las mujeres siguieron pregonando sus posibles ventas . La última que escuché era una máquina de escribir marca Olivetti , sin teclas según la vendedora guapa que resultó ilesa del estallido de la bomba , a la cual se acercó otro hombre más joven que el anterior y se ocultaron bajo la lona. Al cuarto de hora la guapa y el comprador de la Olivetti sin teclas , salieron al pescante tomando el hombre las de Villadiego . Entonces fue cuando pensé que el carromato no era más que una casa de fulanas ambulante. De fulanas de carne y hueso , no de muñecas de goma hinchables , parlantes y amorosas . .
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