Que no se escapan nunca hasta que la muerte se los lleva . Son como imágenes grabadas en nuestro cerebro que vuelven y vuelven una y otra vez sin que nos cansen . Nos deleitan pues el hombre suele traer a sus cerebro solo los recuerdos e imágenes agradables. Los que no lo son o no nos parecen serlo, se esquivan , se eluden o se regatean con fintas hábiles. A mí me vienen al magín con frecuencia imágenes imborrables de los buenos días de mi infancia pasados en el campo junto a mi primo José Joaquín Pineda . Y veo olivos , frutales , el caserío encalado ,la vereda que al pozo iba y a mi madre , junto a mi tías Amparo y Manuela , encargándole al casero , Curro , lo que al día siguiente traería del pueblo. .
Yo, mientras miraba cómo oscilaban las luces de la lámparas de carburo que nos alumbraban de noche , pensaba y repensaba en mil cosas aunque fuese niño de cinco o seis años. El pensador nace aunque puede , también, hacerse . A mi lado recuerdo a mi primo hermano José Joaquín Pineda y a mi abuelo Pepe mirando las estrellas de un cielo azul intenso en el que brillaban como luceros . Sentado en la entrada de la viña parecía esperar sus respuestas a las preguntas que le había hecho. Preguntas que él hacía a las estrellas y yo no sabía a quién hacérselas pero que las hice : ¿ Cómo será mi vida ? . Mi abuelo le preguntaba a las estrellas : ¿ Como serán mis últimos años de vida . Cómo será mi muerte ? . Desconozco si las estrellas y los luceros del cielo se lo dirían , pero yo sí lo supe con el paso de los años. A mí no me respondieron porque quizá ni ellas lo supieran pero solo con mirarlas , con verlas , me conformaba . Con aquella bendición de Dios. Nadie sabe lo que la vida le deparará mas yo , al mirarlas desde el otero de mis setenta años , conozco lo que a él y a mí depararon los años vividos. A ambos la vida , yo tenía más años por delante que él ( en los bellos momentos en los que se lo preguntábamos en el campo a la luz de los carburos ) , no resultó difícil hasta el final . Hasta el momento de la muerte que a él llegó mientras su amigo Diego Giménez le daba ánimos para torear al toro , y a mí aún no. Ojalá , los días , los años o el tiempo que me quede por estar en estos lares sea tan bueno como los anteriores a pesar de los pesares. Lo sea óptimo , tras mi ida , para los seres queridos a los que creo que , llegado el día, aquí dejaré para ir a no sé adónde . Aquí los dejaré abandonados a la buena de Dios sin conocer , tampoco , el fin que tendrán.
Los recuerdos nos acompañan a lo largo de nuestras vidas , pero las certezas no. Aunque conozcamos o creamos conocer el pasado y el presente, nuestra ignorancia es absoluta sobre el futuro. Aunque nos preocupe no podemos hacer que sea de una forma o de otra nos diga la ciencia o la paraciencia lo que nos diga en torno a él. Lo de la inmortalidad del cuerpo creo que jamás se alcanzará . Más debiera preocuparnos la del alma . No estaría de más que pensásemos con frecuencia en ella . En absoluto , aunque no obtuviéramos respuesta lo preguntemos a la luz de cielos limpios y estrellados o en los que no se vea alguna estrella como en las ciudades iluminadas . Aunque seamos niños o seamos viejos , como éramos mi abuelo y yo , lo que la vida o la muerte nos depare solo lo saben ellas : la vida y la muerte . SIT NOSTRI VITA LONGA ET TERRA ET MORS LEVIS.
No me respondieron las estrellas si estudiaría latín o no . No obstante con esta frase , probablemente en latín macarrónico , doy por terminada esta entrada que ayer empecé . Solo puedo afirmar que pensaba finalizarla y lo he hecho aunque no sea bajo la luz de las estrellas que alumbran el Firmamento. Hay recuerdos imborrables y mi abuelo , al que añoro , es uno de ellos . A mis dos abuelos recuerdo con admiración aunque estas palabras , con torpeza escritas , las dedique al materno. A mi abuelo Pineda.
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