La terraza ya está preparada para volver a ser sala de estar de verano. . La mesa sobre la que escribo , en el centro , remozada con el reparador y las sillas y sillones de varios estilos , igual. Unas son a juego con la mesa de madera de teca y otras rondeñas . Son , contando con el sillón de rejillas que se mantiene en muy buen estado gracias al cuido de mi mujer más que al mío y el silloncito bajo y con asiento de anea que no es más que silloncito de costura , siete asientos a los que el toldo y la cortina de la parte curva de la terraza los separan , cuando es necesario , de la deslumbrante claridad salada del mar y de la playa de Cádiz que ahora veo porque el toldo está subido. Hay más paseantes por la orilla que en días pasados porque el viento de levante ha amainado . Veo barquitas de pescadores en aguas cercanas y la temperatura es ideal , como el silencio apenas roto por el sonido de las olas mansas que mueren en la orilla , por algunas voces de los escasos paseantes y por los ruídos de los motores de algún que otro coche que pasa por el asfalto del paseo marítimo sin estridencias y sin prisa .
Mi mujer ha vuelto a pintar de negro , su color original , el peso y sus pesas y limpiado los platillos sobre los que descansan algunas macetas . De igual forma la mesita de negras patas de hierro que sustentan al más que centenario peso al que le calculo siglo y medio desde que salió de su fábrica inglesa según reza en inscripción de difícil lectura por las repetidas manos de pintura que lo han ido conservando incólume y en funcionamiento a lo largo del tiempo.
En un abrir y cerrar de ojos veo , a mi derecha , en el pasillo de la terraza que comunica con la casa , sus habitantes de siempre haga frío o calor o llueva y ventee : a Titín kambumba , conocido por los lectores del blog , al loro , al mono y el espigado espárrago centenario pintado de azul cuyo color piensa cambiar Carmen-carminis y del que cuelgan mi sombrero de playa , el cubo de latón color naranja que se utiliza como neverita y cubitera para las cervezas en terraza y la cesta de mimbre , blanca , que sirve de nido al loro por la que trepa el mono que se cae cuando toma anís o los bracitos se le aflojan , tal vez por lo mismo , sin que Titín se inmute porque a sucesos y caídas de mayor calibre está acostumbrado.
Junto a Titín , dos muñecos rubios , niña y niño , vestidos con trajes que me recuerdan a los que visten los tiroleses , sentados en dos sillitas , también de anea , en las que Wilhelmus Albanus y su hermana Carmen se sentaban siendo niños. Una de ellas , en las dos mi mujer pintó sus nombres respectivos : Carmen y Guillermo , la de mi hija , la regaló ( había sido la suya de niña y campo por lo que debe rondar las setenta primaveras ) mi prima Carlota Pineda Cuevas ; la otra , la de Guillermo , se compró en un pueblito de la serranía gaditana. , tal vez Benamahoma ., y se advierte la diferenccia de facturas y años de antigüedad entre una y otra . Aunque las dos sillitas de anea tienen su aquel , la mano de un inexperto carpintero de Osuna dejó su huella y su gracia en la que mi prima regaló.
Bajo la mesita que sustenta el peso inglés , una estalagmita gruesa y oronda cuyo camino de llegada a casa desconozco ; el cuello de una ánfora , con asa , romana y sacada de la Caleta gaditana por un antiguo alumno aficionado al submarinismo quien me la regaló hace más de treinta y cinco años y se lo agradecí , las plantas que mi mujer cuida tanto como los tiestos y los menos tiestos .... Junto a la mesita, el citado espárrago que un día me quiso comprar una señora que lo vio desde la playa y que ahora , para protegerlo de los vientos , de los soles y de las lluvias , hemos colocado al lado de una de las puertas de la terraza donde está al pairo . Aunque viejo pero sin picar es amigo inseparable de Titín Kambumba .
Casi sin darse cuenta , el escribidor , en un abrir y cerrar de ojos , ha descrito la decoración de su sala de estar de verano . Solo me queda citar la bayoneta del siglo XIX , regalo de mi amigo Paco Redondo , que descansa sobre dos pequeños azulejos , teselas no romanas más que otra cosa , y apunta hacia el mar del que procedemos y al que , es probable , volvamos.
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