Para Carmen y para mí ir a Sevilla desde Cádiz no es que sea como el pan nuestro de cada día pero casi casi. Aparte del atractivo de la ciudad , vínculos familiares me siguen uniendo a ella en la que nací , viví mis primeros veintiséis o veintisiete años y sigo admirando desde la antiquísima Cádiz en la que tan a gusto llevo muchos más tomando el pan y el vino nuestro de cada día con morigeración y recordando a mi amigo don Alonso Quijano y su conocida frase de : come poco y cena ( y bebe digo yo ) menos que la salud del cuerpo se fragua en la oficina del estómago o aquella , igualmente sabia de : Sancho , con la iglesia hemos topado. Anduvimos , sobre ruedas , el camino sin pan y sin vino y no topamos con iglesia ni fundamentalista religioso alguno lo cual es siempre de agradecer por estos andurriales y por todos los que en el mundo hay.
Buena temperatura y ausencia de vientos molestos nos acompañaron desde el puente José León de Carranza , autopista " palante " , hasta La Palmera ( la calle o avenida que une Cádiz con Sevilla o al contrario según creo que dijo Antonio Burgos , en este caso , bien ) El motivo de la ida era llevarle a Wilhelmus Albanus ropa de verano y traernos la de invierno en cuanto que los calores propios de estas latitudes están próximos. En el apartamento de nuestro hijo habían dormido , es pisito que parece estirarse cuando la ocasión de amistosa hospitalidad obliga como nos obliga la nobleza , los hermanos Jaime y Alfonso cuyo apellido no doy , aunque bonito es , por discreción y respeto a la intimidad de las personas. Sus amigos , compañeros que fueron de carrera , querían conocernos a Carmen y a mí y así fue en bar próximo a la Alameda de Hércules y al piso en el que habita Wilhelmus y otras personas cuando el ambiente es propicio.
Tras callejear por Feria y entrar en San Juan de la Palma , seguimos por Regina , plaza de la Encarnación con sus setas gigantescas que impiden ver parciamente el antigu caserío del lugar , Puente y Pellón , Plaza del Pan y tiendecitas que acercaron a Cernuda a mi memoria en la que no habita el olvido hasta , por calle Francos , llegar a la Feria del libro instalada en el mismo sitio de siempre : Plaza Nueva a la que el edificio del Ayuntamiento de la ciudad , comenzado a levantar por el maestro Diego de Riaño en el siglo XVI separa de la plaza de San Francisco por cuyo arquillo pasamos de forma muy distinta a la manera a la que los samnitas obligaron a pasar a los romanos tras la batalla de la Horcas Caudinas hace más de dos mil trescientos años cuando los romanos aún no se olían que , pasando el tiempo , descendientes de aquellos romanos humillados terminarían conquistando Hispalis. Vaya frase larguísima que me ha salido quizá algo influenciado por la literatura que se mascaba y se palpaba en el lugar y por el tango que vimos bailar a las puertas del ayuntamiento , bien interpretado por la pareja de danzantes.
Carmen vio , yo no aunque me hubiese gustado , a la periodista Mónica Carrillo y los dos vimos , acercándome yo a saludarlo , a Ezequiel Martínez , presentador , ya jubilado , del programa Tierra y Mar que tanto me gustaba como así le comenté a quien solo conocía mediante la televisión andaluza.
Como era de esperar , nos encontramos con miembros de mi familia y , como también era de esperar en cuanto que esperándonos estaban , nos acercamos al stand o tienda de presentación de Ediciones en Huída donde estaba el poeta Borja de Diego , acompañado de Mila , su pareja , firmando sus libros. Aquí compré a mi hija , enamorada de la ciudad inglesa de Bath , un libro , que me saltó a la vista , titulado : AQUAE SULIS . Donde comienza la búsqueda , del jerezano Juan Carlos Moreno. Ya no cuento más historias y eludo relacionar el nombre del título de la novela con la bella ciudad de Bath de la que mi hija se enamoró cuando en ella estuvo de Erasmus española y a la que piensa volver . Que le guste porque después la leeré yo.
Volvimos a la Alameda y alrededores y comimos y bebimos , de forma morigerada y gustosa , Carmen.carminis , Jaime , Wilhelmus y yo en un restaurancito cuyo nombre omito , otra vez de forma deliberada ,
sirviéndonos una camarera muy agradable y de rasgos extremo-orientales muy mona a la que , cuando me despedí , di las gracias y un beso . Licencias que uno se toma con los añitos pero que a la camarera le hizo gracia aunque le causara una levísima sorpresa.
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