Fidel Alba, el director de Veritas, me ha degradado. Mi descenso de categoría, he pasado de corresponsal en el mundial de Sudáfrica, con buen sueldo y mejor dieta,a simple y raso colaborador del periódico, se debe, según don Fidel, a un reajuste en el presupuesto del capítulo de gastos. Por la terrible estepa castellana y por toda Iberia la crisis cabalga.
Con mil euros tendré que subsistir. Menos mal que algunos ahorros hay y los niños, Guillemo y Carmen, están terminando sus carreras. Esto es lo que el fiel Fidel dice. Digo fiel porque es hombre de misa y olla abundosa. Mi opinión es distinta. Pienso que mis crónicas desde la punta meridional del Continente negro no han sido muy de su agrado. Sea por una cosa u otra me ha relegado, una especie de destierro periodístico para los tiempos que corren, a la sección de cultura. A manera de sugerencia ordenada, me dice que escriba algo intimista. Escribo sobre el espárrago de mi terraza.
Ha sobrepasado, el espárrago, con creces, hoy pintado de azul marino, el centenario. Parte de su vida transcurrió, abandonado y ajado, en el zaquizamí de mi casa de Sevilla. De allí lo rescaté.
Antes de sus años como cautivo en acomodada mazmorra, poco sé de sus andanzas, pensamientos y vida, si es que las hubo. Las habría en cuanto que su cuerpo, al ser vegetal, tuvo y tiene vida y forma. Es ésta, como su nombre indica, alargada y delgada. Estilizada y elegante. Algo quijotesca y tentacular. Lleva tres lustros, en la terraza, guardando las cristaleras que la separan de la sala de estar, que la prolongan mar adentro; mirando al Atántico, soñando. Ha soportado vendabales de inviernos crudos y temporales lacerantes. Uno de ellos, años ha, el huracanado viento de poniente lo malhirió partiéndole el espinazo. La parte superior, tentacular, en la que colgamos los sombreros de playa y los prismáticos, cayó al suelo con mayúsculo estrépito. La inferior, trípode, quedó intacta, como si tal cosa. La espiga que a manera de columna vertebral sustenta su cuerpo y lo mantiene erguido se había desencajado. Tras breve paso por el quirófano de la carpintería, las manos mágicas de la ebanista, mi mujer, le devolvieron su prestancia. Por aquellos tiempos su color era el propio, verde espárrago. El color en el que lo pinté cuando desde su trastero vino, cual Alonso Quijano o Quijada o Quesada cuando de su aldea vino y de damas tan bien servido fue, de vino. De vino manchego y queso de igual procedencia.
Cuando llevaba algo así como medio año mirando al mar desde la terraza, una señora me lo quiso comprar como se compra cualquier cosa o se compraban esclavos, que cosas eran. Le hablé de su condición de familiar y , en efecto, de la familia fue y es. A los muebles, como a las personas, a las novias y a los perros se les toma cariño. Sobre todo sin son fieles.
Don Fidel : A ver si con mis letrillas sobre el espárrago, relato intimista, me devuelve la dignidad perdida permitiéndome volver a la sección de fútbol y deportes en general en la que tanto dinerito ganaba. Séame usted fiel, don Fidel. Le pido que mi destierro a cultura sea efímero como humo dormido de cigarrillo y que, con prontitud, vuelva al fútbol que tantos beneficios da a los que con él nos relacionamos. El señor Pérez, bien lo sabe. Me refiero al presidente del Real Madrid de Pérez, Mourinho, Cristiano Ronaldo y compañía, sociedad sin límites económicos a pesar de los pesares y de la magreada y nada magra crisis. Casi sin querer verá, don Fidel, que me he dejado arrastrar por el balompié. Tira mucho. Como el toro que le tiró a dar a Julio Aparicio y le dio bien, haciéndole mal. Ya está Julio dispuesto a torear. Un torero de una pieza este Julio Aparicio, como su padre.
Mientra escribía sobre el espárrago, ha amanecido. Las gaviotas, recien despiertas, vuelan hacia poniente, entre la bruma.
Wilhelmus Alvarinus Toletanus scripsit calamo volante
Con mil euros tendré que subsistir. Menos mal que algunos ahorros hay y los niños, Guillemo y Carmen, están terminando sus carreras. Esto es lo que el fiel Fidel dice. Digo fiel porque es hombre de misa y olla abundosa. Mi opinión es distinta. Pienso que mis crónicas desde la punta meridional del Continente negro no han sido muy de su agrado. Sea por una cosa u otra me ha relegado, una especie de destierro periodístico para los tiempos que corren, a la sección de cultura. A manera de sugerencia ordenada, me dice que escriba algo intimista. Escribo sobre el espárrago de mi terraza.
Ha sobrepasado, el espárrago, con creces, hoy pintado de azul marino, el centenario. Parte de su vida transcurrió, abandonado y ajado, en el zaquizamí de mi casa de Sevilla. De allí lo rescaté.
Antes de sus años como cautivo en acomodada mazmorra, poco sé de sus andanzas, pensamientos y vida, si es que las hubo. Las habría en cuanto que su cuerpo, al ser vegetal, tuvo y tiene vida y forma. Es ésta, como su nombre indica, alargada y delgada. Estilizada y elegante. Algo quijotesca y tentacular. Lleva tres lustros, en la terraza, guardando las cristaleras que la separan de la sala de estar, que la prolongan mar adentro; mirando al Atántico, soñando. Ha soportado vendabales de inviernos crudos y temporales lacerantes. Uno de ellos, años ha, el huracanado viento de poniente lo malhirió partiéndole el espinazo. La parte superior, tentacular, en la que colgamos los sombreros de playa y los prismáticos, cayó al suelo con mayúsculo estrépito. La inferior, trípode, quedó intacta, como si tal cosa. La espiga que a manera de columna vertebral sustenta su cuerpo y lo mantiene erguido se había desencajado. Tras breve paso por el quirófano de la carpintería, las manos mágicas de la ebanista, mi mujer, le devolvieron su prestancia. Por aquellos tiempos su color era el propio, verde espárrago. El color en el que lo pinté cuando desde su trastero vino, cual Alonso Quijano o Quijada o Quesada cuando de su aldea vino y de damas tan bien servido fue, de vino. De vino manchego y queso de igual procedencia.
Cuando llevaba algo así como medio año mirando al mar desde la terraza, una señora me lo quiso comprar como se compra cualquier cosa o se compraban esclavos, que cosas eran. Le hablé de su condición de familiar y , en efecto, de la familia fue y es. A los muebles, como a las personas, a las novias y a los perros se les toma cariño. Sobre todo sin son fieles.
Don Fidel : A ver si con mis letrillas sobre el espárrago, relato intimista, me devuelve la dignidad perdida permitiéndome volver a la sección de fútbol y deportes en general en la que tanto dinerito ganaba. Séame usted fiel, don Fidel. Le pido que mi destierro a cultura sea efímero como humo dormido de cigarrillo y que, con prontitud, vuelva al fútbol que tantos beneficios da a los que con él nos relacionamos. El señor Pérez, bien lo sabe. Me refiero al presidente del Real Madrid de Pérez, Mourinho, Cristiano Ronaldo y compañía, sociedad sin límites económicos a pesar de los pesares y de la magreada y nada magra crisis. Casi sin querer verá, don Fidel, que me he dejado arrastrar por el balompié. Tira mucho. Como el toro que le tiró a dar a Julio Aparicio y le dio bien, haciéndole mal. Ya está Julio dispuesto a torear. Un torero de una pieza este Julio Aparicio, como su padre.
Mientra escribía sobre el espárrago, ha amanecido. Las gaviotas, recien despiertas, vuelan hacia poniente, entre la bruma.
Wilhelmus Alvarinus Toletanus scripsit calamo volante
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