He viajado, como casi todo el mundo,por tierra, mar y aire. No por todo el Mundo. Mis viajes se circunscriben e inscriben, se han realizado, por gran parte de la Península Ibérica. Por parte menor de Europa y norte de África. El charco Atlántico no he cruzado, aunque las antiguas colonias españolas son, para mí, imán potente. Si Dios quiere.... Mis viajes marítimos son de corta distancia y ralos. Algo de risa : Algún paseo, en velero, por aguas de la Bahía gaditana, varias travesías de la misma desde Cádiz a El Puerto de Santa María en el vaporcito Adriano. Nada de navegaciones por males procelosos. Hace más de treinta años atravesé las aguas gallegas interpuestas entre Vigo y las islas Cíes. Menos, que crucé el Mediterráneo desde Nápoles a Capri; y aún menos que atravesé el Estrecho de Gibraltar desde Algeciras a Ceuta, no a Estambul. Lo hice con mi mujer e hijos en Ferry capitaneado por nuestro buen amigo Manolo Jalda Castro. En la cabina de mandos sin mandar. Mandaba el Capitán Jalda. Mandaba y dirigía la navegación mientras delfines nos escoltaban. Buena y tranquila travesía de verano; con los vientos invernales es otra cosa. Tras desembarcar, Carmen y los niños pisaron, por primera vez, el Continente negro. Yo hacía muchos años que lo pisé por vez primera, llegando a territorios más meridionales. Pocos negros vimos. Más se ven en España. Cierro el irrisorio apartado náutico con un lejano viaje desde Huelva a Punta Umbría y algunos paseos, en pequeño yate, por las costas de El Rompido más el cruce de El Guadiana,mitad río, mitad mar, desde Ayamonte a Villarreal de San Antonio. Este punto se me había olvidado. A Sudáfrica, como enviado de Veritas, fui, naturalmente, volando. Mi único gran vuelo. Al margen de atravesar África por los aires de norte a sur, tampoco he sido pájaro muy volandero. Mis vuelos, aparte el anterior citado, el más largo con diferencia, han sido cortos y escasos : Sevilla-Tanger o Tetuán, Jerez-Madrid, Madrid-Palma de Mallorca, Sevilla-Madrid y poco más, incluídos retornos correspondientes.
Mucho más he viajado sobre ruedas y, en estas, más de goma que de hierro. Sobre ruedas es como prefiero viajar por motivos que paso a escribir. Vas por donde quieres y te desvías para ver lo que quieres. Tienes libertad e improvisas sobre ruta marcada por tí. Paras cuando te apetece y tomas lo que te viene en gana. Disfruto, si bien antes más, conduciendo mi propio coche. Observas los paisajes y conoces la realidad geográfica, no en pantallas ni en proyecciones planas, en mapas. Los colores de estos toman volúmenes reales. Los claros son llanuras que atraviesas, los obscuros, montañas que escalas, los verduscones y azulados ríos y mares. Los blancos, nieves. Ves lo blanco, blanco y lo negro, negro. Ves todo y de todo disfrutas bajo óptica de hombre, no de pájaro. Viajar en coche es un placer, antes más que ahora. El antes hace referencia a un cuarto de siglo atrás, cuando sin tanta rotonda, tanta autopista y tantos pasos superiores y nudos, conducir era más fácil y menos peligroso ; cuando no había tanto coche transitando ni tanto atasco probándonos el sistema nervioso.
Recuerdo mi primer coche, regalo paterno al ingresar en la universidad. Era un Renault-8 azul marino. Lo anunciaban así : ¿ Compraría un Renault-8 por el canto de su motor?. Cierto es que su sonido era armónico. Conduciéndolo hice mi primer viaje de media distancia. Corría el año 1966 y fui con mis amigos de la Escuela Francesa, amigos que siguen siéndolos, amigos de toda la vida, a Aracena desde Sevilla. Hasta la gruta de las maravillas conduje de maravilla. Con seguridad que Paco Redondo y Lalín, ya conductores con medio año de experiencia, comentaban.
Buena velocidad, cambios de marchas en sus momentos, adelantamientos correctos, buen uso del volante... Oía el canto del motor del coche mezclado con trinos de pájaros y el susurro del agua corriente de los arroyos que bajaban de los montes. Veía los cerdos de pata y capa negras, entre las encinas belloteras,y los toros en las dehesas bajo un cielo azul andalucía. La vida desplegada ante mis ojos de conductor novato, de chauffeur ilusionado con la España que se me ponía por delante y al alcance fácil, que tanto recorrería, en todas direcciones, conduciendo mis sucesivos coches. El primero no se olvida. Tras pasar un rato en Aracena viendo su castillo Templario, subimos a la peña de Arias Montano, a la peña de Alájar donde estuvo retirado, del ruidoso mundo del siglo XVI, el humanista destacado en El Concilio de Trento y en El Escorial filipino.
La subida, carretera estrechísima para dos coches cruzándose y más si coincidían coche con camión o autobús, fue otro cantar. No del motor, sino mío. Canté mi inexperiencia al volante tomando las curvas por la izquierda, creyendo que todo el monte era propio. Mis amigos, aterrorizados, se encomendaban a los santos del cielo; mientras yo, esto sí, hacía sonar la bocina del coche de forma precautoria. Nada pasó. La Virgen de Alájar nos protegió. Nuestra Señora de los Ángeles, en la bajada, volvió a hacerlo. Gracias por los más de cuarenta años que llevas haciéndolo sin haber sufrido rasguño alguno tras recorrer casi todos los andurriales y carreteras peninsulares, descubriendo y gozando de España. Te pido que lo sigas haciendo. Por Europa me han llevado, siempre rodando. Sobre gomas y junto a Carmen.
Sobre caminos de hierro, menos he viajado. De Sevilla a Osuna y viceversa con mi abuelo Pepe Pineda. Desde Sevilla a Córdoba, y, a la inversa, con amigos y amigas de Facultad. Desde Sevilla a Málaga y costa del sol. Desde Sevilla , o desde Cádiz, a Madrid. A Madrid prefiero ir, desde el sur, por Extremadura, más que por Despeñaperros y La Mancha, aunque me gusten sus quesos y vinos. Ojo al Cristo que es de plata, como mi padre decía. Qué bonito es viajar, sobre todo en coche propio. Qué bonita es la vida tras cuatro años en el infierno
Mucho más he viajado sobre ruedas y, en estas, más de goma que de hierro. Sobre ruedas es como prefiero viajar por motivos que paso a escribir. Vas por donde quieres y te desvías para ver lo que quieres. Tienes libertad e improvisas sobre ruta marcada por tí. Paras cuando te apetece y tomas lo que te viene en gana. Disfruto, si bien antes más, conduciendo mi propio coche. Observas los paisajes y conoces la realidad geográfica, no en pantallas ni en proyecciones planas, en mapas. Los colores de estos toman volúmenes reales. Los claros son llanuras que atraviesas, los obscuros, montañas que escalas, los verduscones y azulados ríos y mares. Los blancos, nieves. Ves lo blanco, blanco y lo negro, negro. Ves todo y de todo disfrutas bajo óptica de hombre, no de pájaro. Viajar en coche es un placer, antes más que ahora. El antes hace referencia a un cuarto de siglo atrás, cuando sin tanta rotonda, tanta autopista y tantos pasos superiores y nudos, conducir era más fácil y menos peligroso ; cuando no había tanto coche transitando ni tanto atasco probándonos el sistema nervioso.
Recuerdo mi primer coche, regalo paterno al ingresar en la universidad. Era un Renault-8 azul marino. Lo anunciaban así : ¿ Compraría un Renault-8 por el canto de su motor?. Cierto es que su sonido era armónico. Conduciéndolo hice mi primer viaje de media distancia. Corría el año 1966 y fui con mis amigos de la Escuela Francesa, amigos que siguen siéndolos, amigos de toda la vida, a Aracena desde Sevilla. Hasta la gruta de las maravillas conduje de maravilla. Con seguridad que Paco Redondo y Lalín, ya conductores con medio año de experiencia, comentaban.
Buena velocidad, cambios de marchas en sus momentos, adelantamientos correctos, buen uso del volante... Oía el canto del motor del coche mezclado con trinos de pájaros y el susurro del agua corriente de los arroyos que bajaban de los montes. Veía los cerdos de pata y capa negras, entre las encinas belloteras,y los toros en las dehesas bajo un cielo azul andalucía. La vida desplegada ante mis ojos de conductor novato, de chauffeur ilusionado con la España que se me ponía por delante y al alcance fácil, que tanto recorrería, en todas direcciones, conduciendo mis sucesivos coches. El primero no se olvida. Tras pasar un rato en Aracena viendo su castillo Templario, subimos a la peña de Arias Montano, a la peña de Alájar donde estuvo retirado, del ruidoso mundo del siglo XVI, el humanista destacado en El Concilio de Trento y en El Escorial filipino.
La subida, carretera estrechísima para dos coches cruzándose y más si coincidían coche con camión o autobús, fue otro cantar. No del motor, sino mío. Canté mi inexperiencia al volante tomando las curvas por la izquierda, creyendo que todo el monte era propio. Mis amigos, aterrorizados, se encomendaban a los santos del cielo; mientras yo, esto sí, hacía sonar la bocina del coche de forma precautoria. Nada pasó. La Virgen de Alájar nos protegió. Nuestra Señora de los Ángeles, en la bajada, volvió a hacerlo. Gracias por los más de cuarenta años que llevas haciéndolo sin haber sufrido rasguño alguno tras recorrer casi todos los andurriales y carreteras peninsulares, descubriendo y gozando de España. Te pido que lo sigas haciendo. Por Europa me han llevado, siempre rodando. Sobre gomas y junto a Carmen.
Sobre caminos de hierro, menos he viajado. De Sevilla a Osuna y viceversa con mi abuelo Pepe Pineda. Desde Sevilla a Córdoba, y, a la inversa, con amigos y amigas de Facultad. Desde Sevilla a Málaga y costa del sol. Desde Sevilla , o desde Cádiz, a Madrid. A Madrid prefiero ir, desde el sur, por Extremadura, más que por Despeñaperros y La Mancha, aunque me gusten sus quesos y vinos. Ojo al Cristo que es de plata, como mi padre decía. Qué bonito es viajar, sobre todo en coche propio. Qué bonita es la vida tras cuatro años en el infierno
2 comentarios:
En esto también estoy de acuerdo contigo, como yo digo, donde se ponga mi cochecito que se quite cualquier otro medio de transporte. No me gustan los trenes, ni tan siquiera el tan venerado AVE, y de los aviones mejor no hablar, me dan pánico y me angustian mucho los aeropuertos. Claro que mi visión es desde el punto de vista de copiloto, ahora dadas las circunstancias estoy empezando a coger mi coche, de momento en pequeños recorridos. A mi marido le encantaba conducir por "carreteruchas" entre montes o valle y como tu diescribes con los cerdos al borde de las mismas,
Besos
Hola Guillermo,
Te devuelvo la visita.
Gracias por tus amables palabras.
Me alegro mucho de que hayas salido del bache.
Ahora... a volar!!!
Mi mujer y mi cuñada (que está en Cádiz pasando unos días de vacaciones)te mandan sus recuerdos. Saluda a tu madre y a tu mujer de nuestra parte.
Un fuerte abrazo para ti.
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