De niño . Margino comentar el enorme e incomprensible fallo del portero del Sevilla en el partido de anoche ante el Leganés , ida de cuartos de final de la Copa del Rey , porque como otras veces he escrito no me gusta hacer leña del árbol caído. Olvido , por lo mismo , la cuestión catalana porque su candidato a presidir la Generalidad es árbol caído aunque no sé si levantará cabeza o qué será de él y de los separatistas bárbaros que intentan imponer su odio a España sea como sea. Escribe el escribidor sobre tiempos que añora ; sobre cosas más bonitas.
A la memoria me vienen con frecuencia recuerdos del primer colegio al que fui. Se trataba del colegio de La Sagrada Familia de Sevilla. Estaba situado , a principios de la década de los cincuenta , en la calle Marqués de Nervión . Hoy es el número trece de la citada calle sevillana del barrio en el que se levanta el campo de fútbol del Sevilla. . Se trataba de un amplio chalet y era de monjas como por su nombre uno se puede imaginar. Entre la monjas guardo un recuerdo cariñoso y especial de madre Tarsila . Fue quien me enseñó a leer y a escribir y quien me contaba las que eran mis primeras noticias sobre Jesucristo . Llegué a llorar oyendo la narración que de la vida de Jesucristo hacía madre Tarsila y, al verme , la monja paró su discurso y me llamó al estrado desde el que impartía las clases
Guillermo ven , me dijo . Fui y me consoló entre su hábito negro con palabras dulces. Yo intentaba no llorar porque me daba vergüenza , no fui llorón ni de niño , y más tarde , de mayor , comprendí que aquellas lágrimas que intentaba esconder eran señal de pena ante la crucifixión . Intento de contenerlas , fallido , y de no derramarlas a la vista de los demás niños de la clase. Sentido de la dignidad que aún conservo.
Creo que fueron tres años los que estuve el el colegio de la Sagrada Familia de Nervión antes de que matriculasen en los Escolapios . Tras un año en el que fue mi segundo colegio , y por indicación de un tío político mío , Ramón Dalebrook , me matricularon en la Escuela Francesa. En este colegio haría el examen de ingreso y todo el bachillerato. Como en la Escuela Francesa no podía hacer el curso de preuniversitario , lo hice en el Instituto San Isidoro. Conservo amistades , bonísimas , de mi larga estancia , siete años creo , en la Escuela Francesa. De ellas he escrito en este blog sobre la etiqueta DE AMICITIA .
En el colegio de la Sagrada Familia hice mis primeros amigos . Recuerdo a Villa , Pablo , Violadé...
y los castillos de arena que construíamos en una especie de piscina o alberca poco profunda cuyos bordes estaban decorados con azulejos . Se hallaba situada junto a unos jardines amplios y frondosos en los que los árboles , creo que eucaliptos , daban sombra y por los que correteábamos en los recreos. Desde el jardín se olían los humos de las chimeneas de la fábrica de cervezas de la Cruz del Campo . Era un olor distinto , olor a lúpulo , que a diario olía durante la media hora que duraba el recreo. Una de los primeros olores que me impresionaron
Guardo en la retina un día de fin de curso en el que , con nuestros uniformes de color azul marino y cuello blanco almidonado ,. hicimos una carrera hacía una de las fuentes que había . La gané yo , el escribidor. Una foto conservo de Pablo , de Violadé y de mí . Yo estoy bebiendo el agua de la fuente, como ganador , y ellos al lado. La fuente era alta , de loza blanca y apretando en un círculo central salía agua para beber.
Al colegio , cerca de casa , iba acompañado por una niña mayor que yo , alumna del colegio y Hortal de apellido , con la que tengo otra fotografía en la que aparezco con pelos rizados , porque así los tenía , y mirada de pícaro. .
Bonitos recuerdos que aquí expongo , no sé si por primera vez o por segunda . Me empiezan a aparecer fallos de memoria por los añitos y tal vez por ello cuente estas batallitas propias de añoso.
En un albúm de fotos artesanal que Glaukopis me regaló con motivo de mi setenta cumpleaños , aparece , en portada, una foto , muy de la época , de mí sentado en una mesa con libros y una virgen de bulto redondo al fondo. Tendría el escribidor unos cinco años y la mirada refleja lo que aquel niño hubiera podido ser y no fue. Pudo ser escritor y se quedó en escribidor.
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