En esta ocasión el escribidor no tiene dudas sobre qué etiqueta de las que aparecen en el blog ha de editar esta entrada. Se dispone a hacerlo sobre la que le ha dado el nombre de relatos y cuentos porque relato contado es y de la siguiente manera :
Érase una vez dos hombres de parecidos nombres de pila y semejantes apellidos . Llamábase uno Atanasio y el otro Anastasio y sus apellidos eran Sánchez Pérez los de Atanasio , y Sánchez Peris los de Anastasio . El significado etimológico del primero , Atanasio , es el de inmortal ; y el del segundo , Anastasio , el de resurrección . Es evidente la íntima relación entre nombres de pila y apellidos entre uno y otro . No obstante , las similitudes físicas y psíquicas entre los dos paisanos , habitantes de un pueblo de montaña español que no llegaba a los seiscientos habitantes censados , quedaban reducidas a los parecidos nombres y apellidos de ambos ; lo cual no impedía que fuesen amigos y con edades pares ( 52 y 54 años respectivamente ) en el momento en el que el escribidor tuvo la suerte de conocerlos durante una de sus correrías por esos pueblos de España hace luengo tiempo.
Estaría corriendo un año de los finales de la década de los setenta del siglo pasado cuando emprendí , en solitario , un viaje por aquellas carreteras españolas que no tenían tantas puñeteras rotondas como tienen hoy al no haber dinero suficiente para la construcción de cruces en altura o pasos elevados que evitan peligros como en otros países y naciones más ricos existen. No es necesario dar nombres de países y de naciones porque cualquiera que conduzca o viaje por ellos sabe a los que me refiero. La cuestión es que casi anocheciendo en una lejana tarde de verano , enfilé mi pequeño coche por una estrecha carretera polvorienta a causa del mal estado del asfalto en dirección a un pueblo que aparecía en la cumbre de una montaña de cima rocosa en la que la escasa luz del ocaso dejaba vislumbrar la construcción , medio derruída , del castillo correspondiente . Omito el nombre del pequeño y mal comunicado pueblo por no dañar su fama tras los extraños acontecimientos de los que fui testigo.
Cuando me faltarían unos dos kilómetros para llegar a él , dentro ya de su término municipal , atisbé , en medio de la semioscuridad , dos figuras masculinas que pedaleando en bicicleta ascendían por la cuesta , sin iluminación alguna , que daba acceso a la población. Los dos ciclistas , subidos cada uno en su trasto , pedaleaban uno junto al otro y en paralelo con la seguridad de que a esa hora nadie subiría al pueblo por la estrecha , sinuosa y polvorienta carretera. Confiados y sudorosos , tuve la impresión de que discutían por algo. Tras adelantarlos , detuve el coche en un ensanche del estrecho camino y los esperé . Cuando llegaron a mi altura ya había caído la noche y el frescor se dejaba notar. No obstante tuvieron el detalle de apearse de sus viejos vehículos , cuyos motores eran sus nervudas piernas y saludarme. Uno se llamaba Atanasio y el otro Anastasio. Le ofrecí un trago de mi bota de vino tinto que aceptaron y quedamos citados en el bar de la plaza del pueblo , pues solo había uno y una pensión de mala muerte en la que pensé pasar la noche alejado del mundanal ruído y a más de setenta kilómetros de otro punto o lugar más habitado y menos tétrico.
Atanasio y Anastasio eran conscientes de la finitud humana pero cada uno aceptaba el hecho , inevitable, con talante y disposición distinta . Atanasio reíase de todo porque pensaba que , aunque mortal , lo más inteligente era aceptar la vida tal es e intentar sobrellevarla lo mejor posible con humor y alegría hasta su fin. Su casi homónimo , Anastasio , era de carácter opuesto al optimismo y durante todos los momentos de todos los días le pasaba por la cabeza la posibilidad , para él muy probable , de sufrir un infarto o cualquier grave enfermedad que lo llevara al otro mundo para devolverlo a éste , por la etimología del nombre que le pusieron sus padres y el cura sin permiso de él , en la pila bautismal del pueblo hacía ya más de medio siglo. Pude comprobar el positivismo de Atanasio y el negativismo de Anastasio mientras nos tomábamos unas cervezas bajo el árbol de la plaza en el que el dueño del bar había colocado dos mesitas de madera con sus correspondientes sillas de enea. Cuando nos dirijíamos cada uno a nuestra casa , yo a la fonda del pueblo , Anastasio sufrió un infarto de miocardio y murió a las puertas del bar en el que yo lo había invitado. Vinieron el cura y las autoridades pertinentes y depositaron el cadáver de aquel hombre , todavía joven aunque solterón , en la entrada de la fonda donde se le veló por unos cuantos entre los que había algunos niños que daban risotadas descompasadas e inoportunas ante la expresión atónita de Atanasio que , a pesar de que no se considerara inmortal , no podía comprender , con facilidad , lo acontecido a su amigo el tristón.
Sin más dolor por la muerte de un hombre al que acababa de conocer , dirigí mis pasos a mi habitación , limpia y pulcra bajo cualquier luz , y me eché a dormir con cierta pena. No habrían pasado ni dos horas cuando se produjo la resurrección de Anastasio quien apareció , tras llamar con sus nudillos en la débil puerta de mi habitación , más contento que nunca y me dijo que el significado etimológico de su nombre había surtido los efectos pertinentes. Entonces comprendí las risotadas de los niños en el velatorio y el porqué de su buena amistad con Atanasio , pero el escribidor pasó una noche que puede ser adjetivada como toledana y se prometió no volver por aquel pueblo en el que sus escasos habitantes cumplían años pero eran inmortales. Los seiscientos habitantes no recordaban la edad que tenían ni las fechas de nacimientos de los niños y jóvenes. Probablemente , a partir de este relato , se ponga de moda bautizar a todos los niños de España con los nombres de Atanasio o Anastasio , incluso a los nacidos en Cataluña. Yo , a los míos , no se los puse .
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