Mi primo y yo cometimos , el otro día , un acto de irresponsabilidad. Sólo ( o solo ) como ya su uso propugna la Real Academia Española , sin acento, podría salir al exterior de la nave DONDEMEO, de tan mingitoriano como conocido nombre , sobretodo en la villa ducal de Osuna , lugar de nacimiento de mi primo y originario mío por materna parte , José Joaquín Pineda . Tan solo él gozaba de licencia para pasear por el etéreo éter ; nosotros, no . Era , de los tres que nos dirigimos a Marte , el único que había sido vacunado en prevención de enfermedades etéreas y el único que tenía permiso de la notable sociedad andaluza de aeronáutica ( N.S.A.A. ) para salir al exterior. Él ha seguido como si tal cosa , bebiendo escocés como agua , pero nosotros , anoche , empezamos a sentir los mismos síntomas delatores de que algo no marchaba del todo bien en nuestros cuerpos.
Tanto a José Joaquín como a mí , comenzaron a picarnos las orejas , mejor dicho , los pabellones , de manera extraordinaria. Arturo advirtió que los cartílagos de nuestroos apéndices auriculares se enrojecían como amapolas campestres y , probablemente marcianas , y adquirían una flacidez decadente hasta el punto que llegaron a cubrir el oído externo dificultándonos la audición , sentido importante para poder llevar a cabo nuestra especial misión con eficiencia o para cualquiera otra que requiera oídos finos ; caso de prestar atención a las conversaciones sin tenerse que poner la mano detrás de la oreja como nuestro abuelo Pepe Pineda hacía. Tuvimos que estar toda la tarde-noche sin los yelmos escafándricos y echándonos los pabellones auditivos hacia arriba para poder hablar con normalidad. Tuvo Arturo la buena idea de ponernos unos alfileres de la ropa aeronáutica , que buenos y parecidos son a los de la ropa que se utiliza para andar por casa y por las calles de la Tierra, sujetos a nuestras guedejas canosas para que , al menos no pareciese que espantábamos moscas como si locos estuviéramos. Aliviados con tal remedio casero , hemos pensado que , tal vez, el extraño virus que nos ha cogido debido a nuestra desobediencia a las ordenanzas de la N.S. A. A, .sea anuncio de cómo serán las orejas de los habitantes del planeta al que nos dirigimos a velocidad de vértigo , cada vez lo vemos más próximo y más rojo . De ser así , lo más seguro sea que las marcianas no lleven pendientes que tanto favorecen a algunas terrícolas. A las que son guapas. Mis dudas sobre la monería de las mujeres de Marte cada hora que pasa se reafirman. Ojalá esté equivocado . Hasta ahora , los peligros que ellos dijeron que nos acechaban no han surgido , pero las orejas las tenemos como las de los elefantes. Grandes y lacias. No tan grandes pero sí tan lacias. Sobretodo picantes como guindillas y rojas como el planeta. Veremos cómo nos amanecen mañana.A José Joaquín , de orejas grandes como buen Pineda, no sé hasta dónde les van a llegar. Ni imaginármelo quiero en Marte y así para que ellos se crean que de tal forma voluminosa tenemos todos los terrícolas las orejas. Podríamos asustarlos nosotros a ellos y no al contrario como preveo. Espero que , a lo largo de las horas se nos ocurra algún remedio. Yo voy a hacerme de conejillo de indias y me voy a untar una pomadita para las inflamaciones que me he traído de casa. Ojalá de resultado y la cosa tenga remedio.
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