UN DESPISTE.

Hará unos treinta y tantos años , cuando empezaba a naturalizarme en Cádiz y volvía de explicar mis clases de Historia de la Edad Media en la , por entonces, Escuela Normal Josefina Pascual , entré en una gasolinera a lo propio . En dirección a la salida de la ciudad , donde yo por aquellas fechas vivía , vi una humareda considerable y sin pensarlo le dije al señor que me echaba la gasolina en el depósito de mi pequeño renault . ¿ Sabe usted si en mi casa habrá fuego ? . El hombre , al que conocía de otras veces , me respondió con gracia : Todavía no me ha ofrecido usted su casa, joven , porque joven era yo por aquellas fechas , y no sé dónde vive. Se trataba de un señor grande y gordo , con buena facha , al que he dejado de ver pero al que saludaba cuando me lo cruzaba por la playa o la avenida . Desde entonces nos hicimos amigos . Despistes por el estilo de este , muchos he tenido a lo largo de mi vida. Tantos que algunos tontos se han creído que era de los suyos. El último despiste , ya subsanado , ha sido comerme la hache última del verbo haber.