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EL BLOG DE GUILLERMO ÁLVAREZ DE TOLEDO PINEDA. Blog independiente y de temas multicolores. Entre ellos , el tema estrella : Historia de los Álvarez de Toledo Golfín. Etiquetas temáticas en la parte inferior y lateral con las gracias por entrar y leerme.Unas gotitas de humor no van mal en la cazuela de la VERDAD y mucho pueden decir.

jueves, 9 de septiembre de 2010

PROBABLE BIOGRAFÍA DE FIDEL ALBA

El hombre obediente despertó al nuevo día. Tras lavarse los dientes con una pasta blanqueadora, se duchó. Podría haber cambiado el orden de sus actos, pero no.Le habían dicho que guardarse el orden, y lo hizo. Tras enjabonarse bajo agua fría porque era beneficiosa para la circulación, secó su cuerpo mientras observaba en el espejo las huellas del paso del tiempo. Huellas indelebles como reflejaban sus prominentes entradas y las incipientes arrugas que hendían la piel de su rostro.

Había que poner coto a los estropicios y, nada más salir a la calle, compró en la farmacia de la esquina un elixir para frenar la calvicie que se aproximaba a pasos agigantados.También una crema revitalizante y un complejo vitamínico ad hoc que anunciaba la televisión.Sin perder un segundo se matriculó en el gimnasio Hércules y emprendió la marcha, andando, hacia su lugar de trabajo. No llamó al ascensor. Le habían dicho que era bueno para la salud subir escaleras y , obediente, escaló hasta la planta octava. Nada más llegar, exhausto, bebió dos vasos de agua, como le habían indicado para su bienestar, y, tras compleja ceremonia necesaria para mantenimiento de la columna vertebral enhiesta, ordenó en su mesa, con pulcritud de perfeccionista, el utillaje laboral correspondiente, gafas incluídas.El oculista le había recetado variados anteojos específicos para las distancias y los colores de la pantalla del ordenador.Su médico de cabecera, una pomada preventiva de tendinitis y un suave analgésico contra la cefalea. Cada quince minutos el hombre cambiaba de postura en evitación de molestias musculares. Desde su puesto de trabajo veía la calle donde hombres desobedientes e irresponsables fumaban sin obedecer las indicaciones gubernativas al respecto. Hombres que morirían prematuramente por los efectos nocivos del tabaco.Él, como puede suponerse, no fumaba. Había dejado de hacerlo cuando el ministerio de sanidad hizo pública la primera campaña antitabaco.

A las once bajó, por la escalera, a la cafetería y pidió un café descafeinado con sacarina, volviendo a su mesa tras subir, de nuevo escalera arriba, a la planta octava. Antes de comezar la segunda parte de la jornada laboral, extrajo un tubito del bolsillo de su chaqueta y aspiró cinco veces, con ahínco, haciendo penetrar en los orificios de su nariz la cánula intoductoria de aromas silvestres, de aire de campo enlatado. Había leído que defendía los alveolos pulmonares de agresiones externas. Piénsese en humos contaminantes.


Para proteger las yemas de sus dedos del contacto excesivo con el material tóxico del teclado, se enfundó unos guantes de latex con los que continuó, dale que te pego, tecleando como un autómata hasta las tres de la tarde, hora de irse.

En casa se preparó una comida sin grasa que en nada perjudicaba a las mucosas intestinales. Sin colesterol que nos mata, como oía decir por todas partes, y él prestaba oído a todas las sugerencias. Tras café descafeinado, la pequeña siesta que tan saludable era y a correr como un desesperado por las calles de la ciudad, antes de aisitir, por primera vez, al gimnasio.Aquí conoció a una señorita tan obediente como él y cogeniaron. Tanto que el amor no tardó nada en hacer acto de presencia y mucho en consumarse. Tanto que cuando la pareja de dio cuenta, ella ya había sobrepasado, con creces, la edad núbil. El hombre obediente, siguiendo un viejo manual de eugenesia, había dado tanto tiempo al tiempo que a su mujer se le había pasado el arroz. El arroz blanco que almorzaban diariamente y los había puesto amarillos como si ictericia tuviesen, sin tenerla. A su manera, el hombre obediente y su mujer tanto como él, fueron felices largos y monótonos años sin extralimitarse un pelo en los consejos que supuestas autoridades les daban ni en recomendaciones de sus amigos. No tuvieron ni hijos, por las razones apuntadas, ni gato ni perro que les ladrase. Vivieron, a pesar de todo, felices y contentos en su simplicidad, hasta que murieron obedeciendo, sin excepción alguna, lo que las autoridades competentes les indicaban. En lo religioso habían obedecido lo que se decía, en un libro de bolsillo, sobre la transmigración de las almas.El hombre murió, calvo y desdentado, de cirrosis sin haberse tomado una copa de vino en su vida. Ella, la pobre, de cáncer de pulmón sin haber encendido, a lo largo de la suya, un pitillo. La mujer aludida, doña Filo, es la consorte del hombre obediente. El hombre obediente, don Fidel Alba, mi jefe. De esta me echa, pero les hago la siguiente confidencia : Aún no me ha pagado nada por mi corresponsalía en el campeonato mundial de Sudáfrica. Lo más que me ha dicho al respecto es que cobraré unos mil euros cuando buenamente pueda. Los gastos de mi bolsillo ascendieron, estancia y viaje incluídos, a casi el triple de la cantidad que dice que cobraré. No obstante prefiero que , tras romper el último contrato firmado, me despida. No le he dicho que tengo otro trabajo y otro jefe mucho mejor que él. Tal vez nos veamos las caras ante el juez. Lo que tenga que llover, lloverá.

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