Y lo hacen de forma tan despiadada como desconsiderada. Comienzan afirmando , de manera gratuíta en cuanto que las diatribas que me lanzan no les cuestan ni un euro al que tanto defienden , que , por mi procedencia nobiliaria , debiera defender otros principios e ideas ; no los que propugno. Ante argumento tan retrógrado y simple , tan endeble y anacrónico , contrargumento que , por encima de mis orígenes , soy un hombre cabal. Que una cosa no conduce obligatoriamente a la otra tal como ellos piensan y les pongo como uno de los ejemplos el primero que se me viene a la cabeza : el del marqués de Lafayette en los comienzos de las revoluciones burguesas. Como muestra debiera bastar un botón , pero al señor Aznar y señora la cita nada les dice y me toman por traidor a mis orígenes.
Como el tema está pasando de castaño obscuro en cuanto a insultos y descalificaciones personales , opto por callar , levantarme e irme entre las miradas atónitas y atontadas de los encapuchados. No se debe hablar con idiotas porque pudieran confundirnos con ellos , mascullo para mis adentros mientras me acerco a la barra de cafetería y pido un café irlandés. Desde lejos oigo la desagradable voz del señor Aznar , que tan mal modula , gritando , de forma desaforada : masón . Es usted un masón don Wilhelmus Alvarinus Toletanus Pinaster. Como no lo soy aunque preferiría serlo antes que compartir las ideas , si así se pueden llamar , del expresidente del gobierno español , cato el café irlandés y me acuerdo de Joyce y de Ulises poniéndose tapones para no oír el canto de las sirenas. Sirenas , por cierto , que sopa con hondas y buenos tropezones le darían en cuanto a belleza y atractivo a la pareja de políticos españoles que me injurian y menosprecian y a los que jamás entonarían canto alguno excepto cantos fúnebres las sirenas de las que habla Homero.
Sentado en un taburete de la barra , se me acerca un encapuchado , el más grandón de todos que debe sobrepasar los dos metros de estatura , unos treinta centímetros largos más que yo , y , sin dilación , me lanza tal puñetazo que ruedo por los suelos sangrando por boca y nariz. Raudo se acerca un camarero y , con tacto y delicadeza de buen hombre , me ayuda a levantarme. Aturdido por el impacto brutal , vuelvo a precipitarme al suelo. Sin perder la calma, llamo a la policía sevillana y le explico , quejumbroso por el golpe , lo ocurrido. Obtengo una respuesta acorde con el sistema que le paga y al que defiende el agente : ante los hombres de Bilderberg nada podemos hacer. Son los que mandan y Aznar es de su cuerda , don Wilhelmus. Defiéndase como pueda y abandone de una vez la defensa de sus respetables principios. En esta vida , la educación , la defensa de ideas justas y los comportamientos ejemplares son poco pragmáticos. Solo un adorno de las personas con los que nada se logra.
A pesar de lo que el agente de la policia dice , no abandonaré el hotel de el Aljarafe y , en cuanto pueda hablar , pues un médico aquí hospedado que acaba de regresar de la Feria me ha dado un antinflamatorio que cumplirá su misión sobre la hinchazón de labios y ojos , seguiré adelante con la mía: tratar de hacer ver , mediante el discurso pacífico y no mediante vejaciones como las sufridas , lo erróneo de los postulados defendidos por Bildderberg y sus hombres. Los que defiende , con tan malas artes y maneras anteriormente expuestas , el señor Aznar , la señora Botella y otros personajes de su mal estilo. No tengo dudas de que me la estoy jugando porque hay cosas que no se pueden decir con la claridad que yo las escribo y digo. No sé qué podrá decir don Eufrasio , pero creo que , estando la situación laboral y económica como está , el número que me han montado y mi contumacia en la defensa de verdades como puños , éstas me pueden causar la expulsión de EL VELERO ANDALUZ.
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