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EL BLOG DE GUILLERMO ÁLVAREZ DE TOLEDO PINEDA. Blog independiente y de temas multicolores. Entre ellos , el tema estrella : Historia de los Álvarez de Toledo Golfín. Etiquetas temáticas en la parte inferior y lateral con las gracias por entrar y leerme.Unas gotitas de humor no van mal en la cazuela de la VERDAD y mucho pueden decir.

sábado, 22 de abril de 2017

NUESTRAS EXCURSIONES CASI VESPERTINAS AL CERRO DE LA CRUZ

Así era conocido , con este nombre , un cerro que estaba cerca de la viña de mi abuelo Pepe Pineda y al que , con frecuencia , íbamos de paseo por las tardes de verano. Los excursionistas solíamos ser mi madre , tía Amparo A. De Toledo , siempre invitada por mi abuelo a veranear en su viña , tía Manuela Calle y su muchacha , mi primo José Joaquín Pineda y algunas veces otros primos míos , también Pineda.  Los caseros , pocas veces nos acompañaban . Íbamos al Cerro de la Cruz , del que nunca supe ni pregunté    porqué se llamaba de esta manera , andando . Su proximidad , al alcance de la vista , lo permitía .  Rara vez íbamos en las bestias que estaban en la cuadra junto al gallinero al que acompañaba , de noche y de vuelta de nuestra excursión  ,  a   mi abuelo Pepe  a coger los huevos que las gallinas habían puesto.  Tardábamos , andando , una hora más o menos desde la puerta de la viña , peinados , lavados y olorosos por las colonias puestas   , hasta el cerro de la Cruz sin cruz aunque en algún tiempo quizá lo hubiera culminado  y de ahí el nombre tan cristiano. Correrían los años iniciales de la década de los cincuenta y , sobre las seis de la tarde , cuando ya el calor había disminuido , emprendíamos la marcha . Una hora de ida y otra de vuelta  más el tiempo en el que José Joaquín , algunos paseantes y yo , el escribidor , bajábamos por los riscos de sus hondonadas en cuanto que se decía que el cerro era un volcán extinguido . El descenso , de tratarse de volcán extinguido , lo hacíamos cráter abajo hasta alcanzar la vegetación existente en el fondo. La primera vez que bajé ya era consciente de que descendía por las paredes de la boca de un probable volcán extinguido y , a pesar de que de cuando en cuando me veía obligado a dar una mano a mis acompañantes , el descenso , a lo que para mí era el centro dela Tierra , me supuso una alegría inenarrable . Después , ya acostumbrado al descenso y conociendo su profundidad  y los vericuetos para bajar , me hizo menos ilusión pero continuó gustándome y atrayéndome. Cuando yo dejé de ir todos los veranos a la viña , supongo que mis primos los Pineda continuarían haciéndolo.  

De vuelta , avistábamos a mi abuelo Pepe sentado en una de las mecedoras  acompañado por algún familiar o amigo de cercanías  que , por las tardes  y tras regar el empedrado ,  los caseros sacaban al espacio llamado andén   ; así nombrado  no  con total exactitud ya que por él apenas caminábamos  sino que nos sentábamos a descansar de la excursión más o menos semanal. Nada más llegar , Curro , el casero , daba el afrecho a los perros y los soltaba ya que su misiones consistían en   vigilar la finca de noche . Los perros ,  cuyos nombres  ahora no recuerdo , recorrían la viña que ya no tal era   en toda su extensión y , tal vez , frecuentemente saltaban las lindes y penetraban en las propiedades  próximas a las de  mi abuelo , quien era amigo de los dueños de las fincas colindantes. Pronto se echaba la noche encima   y Curro se encargaba de encender los carburos cuyos olores no eran de mi gusto pero servían como lámparas que nos alumbraban . Es innecesario advertir que la luz eléctrica aún no se había instalado en el caserío. 
A la luz de los carburos , si la noche era buena como solía ser y a la luz de la Luna si estaba llena , cenábamos bajo las estrellas viendo la Osa Mayor y la menor con absoluta nitidez. Viendo y observando la Vía Láctea por la que el escribidor pensaba viajar a lo largo de su vida.  Lo hice y más de una vez   como se sabe. Lo que por aquellas noches no sabía  era la forma de ser de muchos hombres de los que no me hubiese gustado tener conocimiento. De otros sí , en cuanto que me enseñaron a convivir con la naturaleza y otras cosas buenas .  El Cerro de la Cruz tenía una altura que nos permitía ascender por él , las últimas veces que  lo hice , solos los niños . Ya por aquél entonces había leído  VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA y , sobre el libro de Verne   volaba mi imaginación pensando que me hallaba cerca del mismo . Añoro , haciendo juego con la última entrada , aquellas excursiones viñistas que tanto influyeron en mi forma de ser y de sentir . Y  en  más personas que siguen estando o ya no están . 

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