Adelanté en la entrada que hice sobre mi familia materna, Pineda,que escribiría algo sobre mis primos hermanos. Abre el turno Mari Carmen Dalebrook Pineda.
Dejando al margen afectos familiares,pertenece al grupo de los que yo llamo héroes desconocidos. Anónimos no,porque tienen sus nombres y apellidos correspondientes.Hay muchos y , entre ellos la heroína Mari Carmen Dalebrook Pineda.Persona pequeñita por fuera, y aún más tras sus operaciones de columna,es, por su entereza,valor,humor y capacidad para afrontar todo lo que se le venga encima, una " grande de España",con raices paternas en Newcastle.Siempre se ha dicho que la mezcla de sangres es buena bajo el punto de vista genético y el dicho, en este caso, se cumple. Es fácil apreciar, en ella,la flema británica unida al nervio español y la gracia de la sevillana fina.Aunque supongo que alguna que otra vez habrán conseguido sacarla de sus casillas,yo jamás he sido testigo de su pérdida de papeles.Mujer educada, su delicadeza, saber estar, buen gusto, simpatía y carácter,se sobreponen a su estatura física,con absoluta naturalidad.Nada la espanta ni nada la turba como decía Santa Teresa.
Con ella, y con mis otros primos Pineda,compartí mis veranos infantiles en una finquita que mi abuelo Pepe tenía en las viñas de Osuna,cuyo caserío guardaba todo el año, esperando nuestra llegada en verano,un matrimonio de caseros. El marido se llamaba Curro, la mujer,Juana.Mi abuelo concebía la viña como finca de recreo.Lo que los frutales y el olivar producía se destinaba al pago de los caseros que allí vivían durante todo el año,cuidando las albarradas,el palomar,la cuadra y el gallinero con pulcritud y celo de propietarios.Daba gusto ver,las noches de Luna llena,relucir el enjalbegado del brocal del pozo y el arco en el que se sustentaba la carrucha para sacar el agua fresca de su fondo. Lo comido por lo servido, le oía decir a mi abuelo.El pozo era un faro de tierra que orientaba a lechuzas , búhos y mochuelos en sus vuelos nocturnos entre los olivos.Después, cada uno al suyo.Al caer la tarde, el ceremonial de encender los candiles de carburo,pues el tendido eléctrico,en los años cincuenta, aún no había llegado a a aquellos cerros de la Subbética por los que de día trepábamos o paseábamos en bestias.Por aquellos andurriales Mari Carmen se desenvolvía con la soltura que lo sigue haciendo ahora a pesar de sus achaques que de forma tan digna sobrelleva sin perder su sentido del humor.Con las últimas luces del día, Curro soltaba los perros tras prepararles el afrecho que devoraban con fruición.Yo, cinco años menor que Mari Carmen,la observaba y, en mi sesera de niño de cinco años,advertía en ella cualidades que, como mujer y como persona,saldrían a la luz. Persona alegre y positiva,mi prima Mari Carmen no se arredra ante nada.Pequeña de estatura, es grande de ánimo y de corazón.Su voluntad, férrea.Una persona admirable.
Dejando al margen afectos familiares,pertenece al grupo de los que yo llamo héroes desconocidos. Anónimos no,porque tienen sus nombres y apellidos correspondientes.Hay muchos y , entre ellos la heroína Mari Carmen Dalebrook Pineda.Persona pequeñita por fuera, y aún más tras sus operaciones de columna,es, por su entereza,valor,humor y capacidad para afrontar todo lo que se le venga encima, una " grande de España",con raices paternas en Newcastle.Siempre se ha dicho que la mezcla de sangres es buena bajo el punto de vista genético y el dicho, en este caso, se cumple. Es fácil apreciar, en ella,la flema británica unida al nervio español y la gracia de la sevillana fina.Aunque supongo que alguna que otra vez habrán conseguido sacarla de sus casillas,yo jamás he sido testigo de su pérdida de papeles.Mujer educada, su delicadeza, saber estar, buen gusto, simpatía y carácter,se sobreponen a su estatura física,con absoluta naturalidad.Nada la espanta ni nada la turba como decía Santa Teresa.
Con ella, y con mis otros primos Pineda,compartí mis veranos infantiles en una finquita que mi abuelo Pepe tenía en las viñas de Osuna,cuyo caserío guardaba todo el año, esperando nuestra llegada en verano,un matrimonio de caseros. El marido se llamaba Curro, la mujer,Juana.Mi abuelo concebía la viña como finca de recreo.Lo que los frutales y el olivar producía se destinaba al pago de los caseros que allí vivían durante todo el año,cuidando las albarradas,el palomar,la cuadra y el gallinero con pulcritud y celo de propietarios.Daba gusto ver,las noches de Luna llena,relucir el enjalbegado del brocal del pozo y el arco en el que se sustentaba la carrucha para sacar el agua fresca de su fondo. Lo comido por lo servido, le oía decir a mi abuelo.El pozo era un faro de tierra que orientaba a lechuzas , búhos y mochuelos en sus vuelos nocturnos entre los olivos.Después, cada uno al suyo.Al caer la tarde, el ceremonial de encender los candiles de carburo,pues el tendido eléctrico,en los años cincuenta, aún no había llegado a a aquellos cerros de la Subbética por los que de día trepábamos o paseábamos en bestias.Por aquellos andurriales Mari Carmen se desenvolvía con la soltura que lo sigue haciendo ahora a pesar de sus achaques que de forma tan digna sobrelleva sin perder su sentido del humor.Con las últimas luces del día, Curro soltaba los perros tras prepararles el afrecho que devoraban con fruición.Yo, cinco años menor que Mari Carmen,la observaba y, en mi sesera de niño de cinco años,advertía en ella cualidades que, como mujer y como persona,saldrían a la luz. Persona alegre y positiva,mi prima Mari Carmen no se arredra ante nada.Pequeña de estatura, es grande de ánimo y de corazón.Su voluntad, férrea.Una persona admirable.
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