Durante dos décadas,más o menos,expliqué la asignatura de Historia de América.Aunque no era mi especialidad,leer y preparar las clases a lo largo de tiempo tan considerable,hizo que tuviese idea, sobre todo,de la Historia de América latina.En especial de la América precolombina y de los siglos de conquista y colonización hasta la independencia de las colonias.Mediados los cursos o a finales de ellos,la dirección de la, por entonces Escuela Universitaria Josefina Pascual de Cádiz,con posterioridad Facultad de Ciencias de la Educación, organizaba viajes de estudios para los alumnos de Historia de América.La responsabilidad, dirección y ruta del viaje corrían de mi parte.
Siempre hicimos la llamada ruta de los conquistadores.Extremadura siempre me atrajo y aquellos viajes de estudios resultaban deliciosos y justificados.Jamás hubo,en su desarrollo, problemas.La primera parada se hacía en Monesterio,desde donde nos desviábamos para ver el Monasterio de Tentudía, donde la Virgen María detuvo el día para que, antes del anochecer,los ejércitos cristianos pudiesen vencer a los musulmanes que impedían el acercamiento a Sevilla de las tropas castellanas del Rey Fernando III el Santo,bajo la jefatura del caballero Pelay Correa. Los viajes empezaban de forma milagrosa.Segunda parada, sin fonda,se hacía en el parador de Zafra,antigua propiedad y señorío de los duques de Feria.Algo tomábamos en el parador,prosiguiendo nuestra marcha hasta Mérida,donde sí pernoctábamos tras visitar sus monumentos romanos y , en caso de coincidir con el festival de teatro,asistiamos a representaciones clásicas.Yo ya me había hecho amigo del chauffeur y,al no estar prohibido fumar,habiamos intercambiado varios cigarrillos y me había tomado con ellos varias copas.Siempre coincidí con conductores encantadores.En ocasiones íbamos a Jerez de los Caballeros,si bien, por lo general,continuábamos hasta Cáceres,ciudad que tomábamos como base para visitar otros centros históricamente importantes como Trujillo , Plasencia, Medellín, Guadalupe...Nunca hice alusión a mis raices cacereñas, salvo una vez en la que hicimos la ruta acompañados por mi entrañable compañera Isabel de Azcárate Ristori y una señora mayor amiga de ella, las dos a cual más simpáticas y educadas, quienes, como personas cultas,conocían la vinculación y ascendencia extremeña de los Álvarez de Toledo.El comportamiento del alumnado fue siempre ejemplar.El mío hacia ellos,correspondido.Puedo decir que en treinta y tres años en activo,sólo una vez tuve un enfrentamiento con un alumno,al que cogí copiando y algún otro pequeño roce sin más con un curso que era una calamidad.Yo adelantaba lo que íbamos a visitar, micrófono del autobús en mano, y dejaba las explicaciones específicas a los guías turísticos correspondientes.Así, naturalmente,los viajes eran deliciosos para todos, partiendo del respeto mutuo y de la buena relación y cercanía que yo siempre tuve con mis alumnos.Tanta que, en uno de estos viajes por la ruta de los conquistadores,conquisté a mi mujer.Se comprenderá, pues,el cariño con el que recuerdo aquellos viajes de estudios,en los que se aprendía de la mejor forma: Sobre el terreno, con amenidad,buena conversación y buen tapeo y copeo.Viajes con sabor a jamón,a vino de Cañamero y a Historia de España y de América.Viajes completos. Viajes milagrosos.
Siempre hicimos la llamada ruta de los conquistadores.Extremadura siempre me atrajo y aquellos viajes de estudios resultaban deliciosos y justificados.Jamás hubo,en su desarrollo, problemas.La primera parada se hacía en Monesterio,desde donde nos desviábamos para ver el Monasterio de Tentudía, donde la Virgen María detuvo el día para que, antes del anochecer,los ejércitos cristianos pudiesen vencer a los musulmanes que impedían el acercamiento a Sevilla de las tropas castellanas del Rey Fernando III el Santo,bajo la jefatura del caballero Pelay Correa. Los viajes empezaban de forma milagrosa.Segunda parada, sin fonda,se hacía en el parador de Zafra,antigua propiedad y señorío de los duques de Feria.Algo tomábamos en el parador,prosiguiendo nuestra marcha hasta Mérida,donde sí pernoctábamos tras visitar sus monumentos romanos y , en caso de coincidir con el festival de teatro,asistiamos a representaciones clásicas.Yo ya me había hecho amigo del chauffeur y,al no estar prohibido fumar,habiamos intercambiado varios cigarrillos y me había tomado con ellos varias copas.Siempre coincidí con conductores encantadores.En ocasiones íbamos a Jerez de los Caballeros,si bien, por lo general,continuábamos hasta Cáceres,ciudad que tomábamos como base para visitar otros centros históricamente importantes como Trujillo , Plasencia, Medellín, Guadalupe...Nunca hice alusión a mis raices cacereñas, salvo una vez en la que hicimos la ruta acompañados por mi entrañable compañera Isabel de Azcárate Ristori y una señora mayor amiga de ella, las dos a cual más simpáticas y educadas, quienes, como personas cultas,conocían la vinculación y ascendencia extremeña de los Álvarez de Toledo.El comportamiento del alumnado fue siempre ejemplar.El mío hacia ellos,correspondido.Puedo decir que en treinta y tres años en activo,sólo una vez tuve un enfrentamiento con un alumno,al que cogí copiando y algún otro pequeño roce sin más con un curso que era una calamidad.Yo adelantaba lo que íbamos a visitar, micrófono del autobús en mano, y dejaba las explicaciones específicas a los guías turísticos correspondientes.Así, naturalmente,los viajes eran deliciosos para todos, partiendo del respeto mutuo y de la buena relación y cercanía que yo siempre tuve con mis alumnos.Tanta que, en uno de estos viajes por la ruta de los conquistadores,conquisté a mi mujer.Se comprenderá, pues,el cariño con el que recuerdo aquellos viajes de estudios,en los que se aprendía de la mejor forma: Sobre el terreno, con amenidad,buena conversación y buen tapeo y copeo.Viajes con sabor a jamón,a vino de Cañamero y a Historia de España y de América.Viajes completos. Viajes milagrosos.
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